El voto cautivo ya se encuentra en
sondeos y estadísticas
ÁNGEL ALONSO PRIETO
La Opinión de Zamora, (08/10/2016)
Viene siendo guasa el
acierto-desacierto de encuestas y estadísticas de voto. Había oído hablar del
voto cautivo y prófugo, pero no esperaba encontrarlo en los sondeos y
estadísticas. En la era de la supercomputación, las encuestas fallan más que
una escopeta de feria, pero a mí me viene de perlas este suspenso rotundo de
las matemáticas de algunos para quitarme el complejo de torpe para los números
que arrastro desde el Bachillerato. Los números son esos juguetes con los que
algunos juegan a los bolos. Y es que las matemáticas, o las mediciones, están
perdiendo eso que las caracterizaba: la exactitud. Ya es incierta hasta la
altura del Everest, que todos acertábamos a la primera en el Trivial. Normal,
pues con metro no ibas a medir hasta tan alto y por pasos no paran de
tropezarse los alpinistas.
Ahora tenemos otro problema: saber cuántos refugiados andan por el mundo como población flotante (vaya palabrita). Para empezar, a nadie le interesa contarlos, o eso dice Amnistía Internacional. Importa tanto como el número de estorninos que se juntan a dormir en los árboles del parque donde voy con mis nietos. Hablando de aves, para cambiar de tema, sabemos que ya estaban aquí antes de que nosotros bajásemos de los árboles, sin embargo y según la Sociedad Española de Ornitología, a pesar de ser vecinos nuestros, no les prestamos atención y desconocemos sus nombres. Son "los otros", los refugiados en su propio hábitat que le hemos ido arrebatando poco a poco. La ciudad no es para mí, decía el cómico Paco Martínez Soria, pero muchas aves aún no han renunciado a ella y conviven en nuestro entorno. Bien es cierto que algunas tienen demasiado protagonismo, como las gaviotas o las palomas a las que estoy pensando negarle el voto de mi simpatía porque le zampan todo a los gorriones cuando mis nietos se entretienen en ser como aquel angelical: Antonio de Padua, que era capaz hacer él solo, con su mansedumbre un zoo de pajaritos.
Ahora tenemos otro problema: saber cuántos refugiados andan por el mundo como población flotante (vaya palabrita). Para empezar, a nadie le interesa contarlos, o eso dice Amnistía Internacional. Importa tanto como el número de estorninos que se juntan a dormir en los árboles del parque donde voy con mis nietos. Hablando de aves, para cambiar de tema, sabemos que ya estaban aquí antes de que nosotros bajásemos de los árboles, sin embargo y según la Sociedad Española de Ornitología, a pesar de ser vecinos nuestros, no les prestamos atención y desconocemos sus nombres. Son "los otros", los refugiados en su propio hábitat que le hemos ido arrebatando poco a poco. La ciudad no es para mí, decía el cómico Paco Martínez Soria, pero muchas aves aún no han renunciado a ella y conviven en nuestro entorno. Bien es cierto que algunas tienen demasiado protagonismo, como las gaviotas o las palomas a las que estoy pensando negarle el voto de mi simpatía porque le zampan todo a los gorriones cuando mis nietos se entretienen en ser como aquel angelical: Antonio de Padua, que era capaz hacer él solo, con su mansedumbre un zoo de pajaritos.
Los
pájaros todavía nos soportan a los urbanitas y algunos, por suerte, no se han
enterado que el mundo está mal repartido y cambian de país sin documentos
poniéndose en camino tal que los gansos de Noruega o los ñus del Serengueti. En
estos días ya están haciendo preparativos del viaje colonias enteras de
anátidas que desde el norte de Europa viajarán hasta el sur, camino de Doñana u
otros humedales como las Lagunas de Villarrín y Villafáfila , en la provincia
de Zamora, que ostenta por otra parte una de las mayores concentraciones, en
España, de esa gallina gigante llamada avutarda. Crecí de niño al pie del
humedal zamorano y ahora soy como un pato que perdió a su bandada por
distraerse de alzar el vuelo a tiempo. Ahora escapo de las gaviotas insaciables
y me dan pena los gorriones que se quedan sin migajas. Pero soy un refugiado
con suerte: tengo aún muchos amigos en la tierra y en el cielo.
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