NOVENA EN HONOR DEL SANTÍSIMO CRISTO DE
LOS AFLIGIDOS DE VILLARRÍN DE CAMPOS
Acto de contrición
Redentor
soberano de los hombres, humildemente postrados ante tu presencia, te adoramos
con todo nuestro corazón y sobre todas las cosas te amamos y quisiéramos nunca
haberte ofendido. Te pedimos perdón y misericordia por todas nuestras culpas.
Acepta, Señor, en satisfacción de nuestras faltas y de los pecados del mundo,
el valor infinito de tu sangre con tanta largueza derramada sobre la cruz, los
méritos de tu pasión sacrosanta y los dolores de tu Madre dolorosa, a fin de
que, siendo agradables a tus divinos ojos, nos hagamos dignos de bendecirte
ahora en la tierra y después eternamente en el cielo. Amén.
Oración para todos los días
Oh
Cristo Bendito de los Afligidos, Dios omnipotente, que eres el autor de la
gracia y el remunerador de los que te sirven, óyenos en nuestras tribulaciones y ten compasión de nosotros.
Ojalá que no suspiremos por otros sino por ti, que eres el sumo Bien y has impreso en nuestra frente
la lumbre de tu divinidad. Haz que no pongamos nuestra afición en las cosas que
perecen, sino en la aceptación de nuestra cruz, ya que en la cruz está la
salud, en la cruz está la vida, en la cruz la protección contra nuestros
enemigos, en la cruz la celestial suavidad, en la cruz la fuerza del alma, en
la cruz el gozo del espíritu y en ella nuestra salvación. Amén.
Meditación
Día primero: “Oblatus est
quia ipse voluit” (se ofreció a la muerte porque quiso) (Is. 53,7)
Oración
Cordero
inocente, en quién jamás hubo la más ligera mancha que afeara el limpio espejo
de tu santísima alma, fuente perenne de la gracia de Dios, ungido por el
Espíritu Santo, los que fuimos concebidos en pecado y, con los fallos de cada
día, manchamos la vestidura bautismal, necesitando la misericordia del Eterno
Padre, te damos gracias por tu pasión, postrados delante de tu cruz, en cuyos
brazos quisiste morir y derramar tu preciosa sangre para borrar con ella tantas iniquidades. Haz, Jesús
misericordioso, que llegue hasta nosotros el fruto de tu pasión; líbranos de la
muerte eterna tantas veces merecida por nuestros pecados, para que podamos
alabarte y bendecirte en esta vida y gozar del descanso eterno de tu gloria.
Amén.
Meditación
Día segundo:
“Pater dimitte illis, non enim sciunt
quid faciunt” (Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen) (Lc.23, 24)
Oración
Señor
Jesucristo, maestro perfecto de los hombres, que subiste al trono de la cruz
para convertirla, de señal de ignominia y maldición, en cátedra sublime de tus
enseñanzas y en fuente inagotable de gracias y bendiciones, haz que aprendamos
la primera y más sabia lección que nos enseñas desde la cruz cuando imploraste,
lleno de misericordia, la clemencia del Padre celestial para los que con tanta
fiereza te atormentaban y escarnecían, diciendo: “Padre, perdónalos porque no
saben lo que hacen”.Ya que, como cristianos y discípulos tuyos, estamos
obligados a perdonar a nuestros enemigos
y nos dices que si no perdonamos tampoco seremos perdonados, concédenos la
gracia de ablandar la dureza de nuestro corazón, para que generosamente
perdonemos a los que nos han agraviado y, de este modo, merezcamos que tú nos
perdones para que seamos dignos de cantar eternamente tus misericordias en el
paraíso de tu gloria. Amén.
Meditación
Día tercero:
“Hodie mecum eris in Paradiso” (Hoy
estarás conmigo en el Paraíso”) (Lc. 23,43)
Oración
Jesús crucificado, lleno de amor, de cuyo corazón abierto brotan a raudales copiosas aguas de la misericordia de Dios para con los hombres. Jesús, tierno y bondadoso, que en un momento perdonas al buen ladrón sus enormes pecados para enseñarnos la grandeza de tu gracia, capaz de convertir en un instante a los mayores pecadores en grandes santos, haz que no nos obstinemos en nuestras iniquidades, acabando nuestra vida en la impenitencia final, sino que, como el buen ladrón, las detestemos, implorando contritos el perdón de tu clemencia para merecer oír como él, de tus labios, en la hora de nuestra muerte, estas palabras: “hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Amén.
Jesús crucificado, lleno de amor, de cuyo corazón abierto brotan a raudales copiosas aguas de la misericordia de Dios para con los hombres. Jesús, tierno y bondadoso, que en un momento perdonas al buen ladrón sus enormes pecados para enseñarnos la grandeza de tu gracia, capaz de convertir en un instante a los mayores pecadores en grandes santos, haz que no nos obstinemos en nuestras iniquidades, acabando nuestra vida en la impenitencia final, sino que, como el buen ladrón, las detestemos, implorando contritos el perdón de tu clemencia para merecer oír como él, de tus labios, en la hora de nuestra muerte, estas palabras: “hoy estarás conmigo en el Paraíso”. Amén.
Meditación
Día cuarto: “ Mulier, ecce filius tuus” (Mujer, he ahí a
tu hijo) (Jn. 19,26)
Oración
Señor
Jesús, Redentor nuestro, que al partir de este mundo nos dejaste tu Palabra, la Eucaristía y todos los
dones de tu Espíritu para enriquecernos con todas tus virtudes; pero, no
contento con esto, nos has dado el don más precioso que tenías en la tierra, tu
dulcísima Madre, cuando, al verla con el discípulo amado al pie de la cruz,
contemplando tus acerbos dolores, le dijiste: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, y
luego al discípulo: “ahí tienes a tu madre”, constituyéndola con estas palabras
por Madre de misericordia de todos los redimidos, para que siempre acudan a
ella como al más eficaz refugio contra las asechanzas de enemigo y al puerto
más seguro de la salvación… Concédenos la gracia de invocarla en todos nuestros
peligros, de imitarla en sus virtudes, de honrarla en sus privilegios, de
acompañarla en sus dolores, para hacernos dignos de su protección durante la
vida y, sobre todo, en la hora de nuestra muerte. Amén.
Meditación
Día quinto: “Elí, Elí,
¿lamma sabacthani?” (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?) Mt.27,46.
Oración
Señor,
Jesús crucificado, alegría de los ángeles, esperanza de los justos,
misericordia de los pecadores, refugio de los desamparados y consuelo de los
afligidos que, cubierto en la cruz con la negra mancha de nuestros pecados, te
viste sumergido en un mar de amarguras, sacudido por un huracán de penas y
privado de todo consuelo hasta el punto de clamar al Eterno Padre por el triste
abandono en que te había dejado por los pecados de los hombres; te pedimos
humildemente la gracia de sufrir con paciencia nuestros trabajos, de llorar
nuestras iniquidades que fueron la causa de tu abandono y amargas penas, de
acompañarte en tus sufrimientos y de compadecerte en tus dolores, para que así
participemos también de tus gozos eternos. Amén.
Meditación
Día sexto: “Sitio” (tengo sed) (Jn. 19,28)
Oración
Señor
Jesucristo, Sacerdote eterno y Pontífice de nuestras almas, que, habiendo
apurado en la cruz todas las hieles del amargo cáliz de tu pasión, aún sentías
sed de padecer más tormentos por la salvación de los hombres; sed que abrasaba
tu purísima alma con más vivos ardores que la que atormentaba tu santísimo
cuerpo. Despierta en nosotros esta sed en que ardía tu Sagrado Corazón, sed de
sufrir más y más por tu amor, sed de hacer cada vez con más perfección tu
divina voluntad en el exacto cumplimiento de nuestros deberes, sed de tu
gracia, de tus virtudes, de tus dones y de tu gloria. Amén.
Meditación
Día séptimo:
“Consummatum est.” (Todo ha sido cumplido) (Jn. 19,30)
Oración
Redentor
Soberano de los hombres, que, viendo, cumplidas desde la cruz las disposiciones
de tu Padre celestial acerca de la
Redención del género humano, pudiste decir con toda verdad
que todo se había consumado. Haz que también nosotros podamos pronunciar en el
lecho de nuestra muerte estas mismas palabras con la satisfacción de ver
cumplidos todos los deberes de nuestro estado y de haber hecho en la tierra la
voluntad de Dios, como la hacen los bienaventurados en el cielo, para que de
este modo muramos con la esperanza de gozar de tu presencia en la gloria por
los siglos de los siglos. Amén.
Meditación
Día octavo: “ Pater, in
manus tuas conmendo spiritum meum” (Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu). (Lc 23,46)
Oración
Señor
Jesucristo, el Santo de Dios, que,
habiendo hecho en todo la voluntad del Eterno Padre, pudiste entregar sin temor
tu santísima alma en sus divinas manos, siendo por ello el perfecto modelo y
acabado ejemplo de todos los predestinados. Los que tenemos sobrados motivos
para temer por nuestra salvación, por no haber hecho muchas veces la voluntad
de Dios, traspasando sus santos mandamientos, te pedimos humildemente la gracia
de hacer una buena confesión y de lavar con sincera penitencia las manchas de
nuestra alma antes de nuestra muerte para que también podamos entregarla limpia
en las manos de Dios y gozar con Él eternamente en el cielo. Amén.
Meditación
Día noveno: “Inclinato
capie, tradidit spiritum” (Inclinando la cabeza entregó el espíritu) (Jn.
19,30)
Oración
Redentor
divino, que, después de tres horas de acerba agonía, exhalaste en la cruz tu
último suspiro en medio de la general consternación de toda la naturaleza que,
aunque insensible, lloraba por tu muerte y por nuestros pecados que han sido la
causa de tus sufrimientos y afrentosa muerte, para que el día del juicio no nos eches en cara
haber sido más duros que las mismas piedras. Concédenos, Cristo Bendito, la
gracia de llorar por tus penas y por nuestras culpas, a fin de que algún día
podamos alegrarnos contigo en las deliciosas mansiones de tu gloria. Amén.
Deprecaciones al Santísimo Cristo de
los Afligidos en sus tres principales insignias
1ª. Oh preciosa herida abierta en el corazón de nuestro adorable Redentor
para dar paso a las llamas de su inmenso amor. Haz que el incendio de caridad
purifique nuestros pechos de la inmundicia del pecado.
Canto (Padre Nuestro. Ave María, Gloria).
2ª. Oh corona de espinas que atormentaste la cabeza de nuestro adorable
Redentor con las puntas crueles de nuestros pecados, alcánzanos un santo y
sincero arrepentimiento de ellos.
Canto (Padre Nuestro. Ave María, Gloria).
3ª. Oh cruz plantada en el corazón de nuestro adorable Redentor, árbol
frondoso alimentado por la sangre divina para expiar nuestras culpas,
concédenos una entera resignación a los designios de la providencia.
Canto (Padre Nuestro. Ave María, Gloria).
Oración final para todos los días
Acuérdate,
Oh Santísimo Cristo de los Afligidos, amable protector nuestro, que jamás se ha
oído decir que ninguno haya invocado tu protección e implorado tu auxilio sin
haber hallado consuelo. Llenos de confianza en tu poder, venimos a tu presencia
y nos encomendamos a ti con todo fervor. No deseches nuestras súplicas,
Redentor Soberano, antes bien, acógelas propicio y dígnate acceder a ellas
benignamente, concediéndonos de modo especial lluvias y temporales benéficos
que fertilicen los campos de esta región, que es tuya, y proporcionen a todos
el sustento y demás cosas necesarias para la vida corporal, si es que no se
oponen a tu honra y gloria. Y tú, Virgen bendita, Madre dolorosa, que no
rehusaste la compañía de la cruz, sino que junto a ella estuviste no caída, sino
en pié, como columna de fortaleza, contemplando con inefable dolor al Hijo
crucificado, míranos con ojos de piedad y concédenos la gracia de nuestra
eterna salvación. Amén.
HIMNO AL CRISTO DE LOS AFLIGIDOS
Himno al Cristo Bendito de los Afligidos
Cristo bendito de los
afligidos,
desde esa cruz de tu dolor,
abre tus manos divinas
a Villarrín que en ti
espera
y concédenos los frutos,
de tu muerte y tu pasión.
1. Como el pobre romero
que camina sediento,
de
aguas puras y de amor,
así
tus hijos funden su desierto,
en el oasis de tu corazón.
2. Como el pájaro preso, que a
las cumbres
quiere
su vuelo remontar veloz,
así
las almas del solar de campos,
buscan
el nido de tu corazón.
3. Como busca la abeja
laboriosa,
para
su miel, el polen de la flor,
así
tus hijos, buscan en su noche,
la
aurora eterna de tu corazón.
(Letra: José Morán Salvador; Música: Miguel
Manzano)
Himno al Cristo Bendito de los Afligidos
Cristo de los Afligidos,
consuelo de nuestro dolor,
que nos abracen, Señor,
tus dos brazos extendidos,
clavados para el castigo
y abiertos para el perdón.
1. Tu santa cruz es consuelo
de
todo dolor humano.
Es
tu trono soberano,
sentado
en este suelo, (bis)
2. Santo y seña del
cristiano,
fidelísimo
modelo,
santo
y seña del cristiano
que
nos llevará hasta el cielo
(Letra:
José María Lampuerta Romero; Música: Miguel Alonso Gómez)
Himno al Señor
Cristo
santo padre mío, luz eterna cruz divina,
que
en la tierra villarrina, te dignaste un trono alzar.
Este
pueblo que te adora, de tu amor, favor implora
y
te aclama y te bendice prosternado ante tu altar.
Árbol
sagrado, faro esplendente, rico presente de tu bondad.,
iris
bendito, trono de gloria, tú a la victoria nos llevarás.
Cantad,
cantad, himnos de honor y de alabanza.
Cantad,
cantad al Cristo de mi hogar.
Cantad,
cantad, himnos de honor y de alabanza.
Cantad,
cantad al Cristo de mi hogar.
Cantad,
cantad al Cristo de mi hogar.
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