miércoles, 29 de julio de 2020

VILLARRÍN DE CAMPOS: Verano de 2020



VILLARRÍN: PAISAJE DEL VERANO 2020
  

Este año diferente bajo la amenaza de un virus que ha transformado  nuestra vida, no debemos olvidarnos que el verano existe, ha llegado y la naturaleza, ajena a nuestras angustias, muestra su esplendor –tal vez con más plenitud- en nuestros campos de Villarrín.
He seleccionado unas fotografías que dan testimonio de ello, imágenes de un  paisaje incomprendido o a veces ignorado, de una tierra hecha no sólo de barro, estepa y guijarro modesto; sino también, de una realidad, diferente, delicada, que esconde celosamente sus sentimientos en la belleza de sus  llanuras ocres,  en los atardeceres de luces y brisas, en la verticalidad de un sol que es fuego y amor, en las aves  que vuelan en los espacios poblados de estepas, salinas, trigos, aditamentos cotidianos que componen el mundo cercano, el hogar donde todo es igual , aunque algo cambie.











































Vídeo
 

martes, 14 de julio de 2020

AVES ESTEPARIAS DE VILLARRÍN 06


La abubilla

Ave de mil nombres. Te llaman upupu, cucute, porque apenas has  aprendido a cantar, solo sabes la c y la u, pero tu sonido es grave, dulce. Retumba con nostalgia en las praderas de la estepa, en las charcas oscuras donde bebe el cuervo. Siempre dices: aquí, aquí. Pero voy y no te encuentro, has dejado reflejado en la salina el traje de primavera en dos plumas unidas de color ocre y negro. Las acaricié y  te imaginé posado en los  matorrales verdes de jenijos de espinas blandas, mirando al sol con descaro.
Te llamo y te llamaré siempre el pájaro de dos picos. Te descubrí siendo niño. Era una mañana de primavera robusta con el poderío de una juventud impetuosa. Resonaban en el páramo  estridentes sonidos de  pájaros,  seres prodigiosos, que iban, venían, aparecían, desparecían, como si fueran cromos sujetos en las páginas de un libro.
La abubilla, dibujo en blanco y negro de mi viejo catón  de primeras letras, estaba   ante mí, no sé de donde surgió. Repetía con insistencia cucú- cucú, acentuando la última vocal. Creo que me llamaba. Vi una cabecita con dos picos y unos ojos burlones, mirándome. Se movía con insistencia.
Repasé la cartilla de mis primeras sílabas y debajo del nombre  “abubilla”, con letras  primitivas puse “dos picos”.
La veo todos los años, en los mismos lugares, donde la charca de una minúscula salina se detiene en el camino de los Tres Árboles, cuando Otero deja  ser aldea y se convierte en soledad infinita, donde  los gritos de los pájaros no perturban la quietud de los campos.