Isabel Martínez Ferrero, Villarrín de
Campos (Zamora) (1917-2013) A los 17 años se traslada a Madrid donde comienza
estudios de pintura en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando.
Las
primeras exposiciones las hizo en Bilbao y Pamplona. (1939). Dona un cuadro al
Vaticano.
La
guerra primero y el matrimonio después interrumpen su temprana vocación. Ha
sido seleccionada en varias exposiciones y certámenes en España, Argentina, Portugal,
Italia, Estados Unidos, Paraguay, Venezuela, etc., lo que la convierte en una
figura de renombre universal.
En
el IV Certamen Nacional de Pintura Naif (Centro Cultural Galileo, de Madrid),
dedicado al Madrid Olímpico 2012, recibió el primer accésit por su obra
"Futuros olímpicos". Enumerar
la infinidad de salas de exposiciones, ciudades, lugares donde su obra ha sido
conocida, recordar premios obtenidos, participación en certámenes, supera la
intención de este trabajo. Remito al lector interesado a consultar esta Web: www.telefonica.net/web2/borkierra.
Señalo
lo más próximo a nuestro entorno:
Exposición
itinerante en Benavente (1991)
Exposición
en Villarrín de Campos (2001, 2004 y 2009)
TESTIMONIOS
(Jesús Díaz Loyola. 13/10/2013) (Atri@Press)
Acabo de regresar de un viaje al exterior y me encuentro la noticia
desconcertada del fallecimiento en Madrid, la semana pasada, de Isabel Martínez
Ferrero, la nonagenaria madre del arte naïf español. Sólo ella que ahora
está gozándose con Dios, sabrá que lo siento tanto como la familia ejemplar que
engendró, porque en la breve pero intensa amistad que entablamos, devoré toda
mi idolatría por su arte y por sus dimensiones de madre y mujer.
Un lustro faltaba para que su fecunda vida alcanzara los 100 años, el
Siglo, pero al decir de Henry David Thoreau —como la evocaron sus colegas
y amigos del Rincón Naïf:
“La bondad es la única inversión que nunca quiebra”. Y de esa nos llenó Isabel.
“La bondad es la única inversión que nunca quiebra”. Y de esa nos llenó Isabel.
Quiero dejar desde esta página mi más sentido pésame a la familia, a los amigos, y a todos cuantos admiraron la obra de Isabel, entre ellos yo que estuve a tiempo de sentir las caricias de una mujer extraordinaria.
Compartí pocos, pero momentos importantes en la
vida de Isabel, de quien sobre todas las cosas me llevo la lucidez y la pujanza
que le acompañaron hasta el final.
Tuvo Isabel la deferencia de contarme
anécdotas relacionadas con su padre y su estancia en la Cuba de principios del
Siglo Veinte. Todo lo que me decía eran historias profundas e inolvidables.
Guardaré siempre con especial recuerdo sus
exposiciones llenas de colorido, el paisaje florido de sus cuadros, pero sobre
todo, sus consideraciones sobre la pintura naïf. de la que Isabel es ahora un gran
legado español.
Siempre que Isabel hablaba en sus exposiciones
desde la quietud de un sillón, sus colegas la escuchaban y todos aprendíamos de
ella. Mi amistad con Isabel Martínez fue corta, pero amorosa y
verdadera. De mi admiración insospechada por su pintura que nació una
tarde de Madrid, en la Sala Alfredo Kraus en Mirasierra, también heredé la
amistad de sus hijas Ángeles y Pilar, y la estima de toda la familia. Por eso
no me cansé nunca de publicar y hacer derroche con el placer inusitado que provoca
cada cuadro de Isabel.
Su partida deja una carga de obras
llenas. En los dos últimos años realizó cuatro exposiciones. En casi todas
estuve. Hoy la recuerdo con una de mis últimas crónicas a su estatura de
pintora y de mujer. Así ha de quedar la fijación de este indiscutible emblema
del arte naïf en el inmenso mundo de la plástica española.
Con 94 años me decía: "Mejor estoy pintando". Digo yo, Isabel
se fue como quería.
La obra de Isabel está llena de
inteligencia y sentido de la observación porque en sus figuras de mayor tamaño,
en sus caras como ella dice, pone una viveza y una mirada profunda y
sobrecogedora: son como una delación de más profundo de ella misma (Amparo
Martí)
El color, elemento esencial en la vida y el
paisaje, en Isabel se convierte en magia, en un misterioso y fastuoso decorado
de Alicia en el País de las Maravillas. El naïf en las manos de Isabel se
convierte en un exótico y maravilloso arte, arte sin tiempo.
(Villa
Toro, pintor)
El arte de la pintura de Isabel radica en
que logra que cada uno de los espectadores que se sitúan ante sus obras se
transforme en esa figura apacible que aparece en sus veredas, por eso olemos la
fragancia de las flores y la hierba
(María
Luisa Bueno)
La extensa obra de Isabel está dotada de una
coherencia y objetividad magistral que nos permite ubicar su obra en temas
fácilmente descriptivos.
En
el paisaje urbano la colocación, distribución de los volúmenes son acertados,
precisamente el equilibrio tonal le dota de sentimientos encontrados: sencillez
y complejidad, difícil diálogo conseguido con exquisita sencillez.
El
retrato aparece definido por primeros planos frontales, resaltando a través de
la mirada una sensación de alegría contenida, de ensoñación, a veces de
misteriosa indefinición que hace que las figuras parezcan seres intemporales,
entes flotantes.
En
los apuntes sobre el paisaje rural, se puede intuir una identificación de
estampas nórdicas, casi navideñas; sin embargo, aunque la invitación a la
nostalgia, la atmósfera bucólica, son aditamentos básicos en estas
ilustraciones, se descubre un trasfondo sutil que invita a la alegría contenida,
al distanciamiento con los tópicos clásicos de representaciones pictóricas de
este tipo de postales.
Los
personajes que animan las diferentes escenas en general son femeninos. Parecen
vestidos con galas festivas, su disposición en los cuadros es muy acertada,
equilibrada, nada sobra y tal vez nada falta. Expuestas a la mirada inquisitiva
del espectador nos invitan a participar en ese mundo abstraído de la realidad
cotidiana, cercano a una felicidad natural intemporal; son personas sin fecha,
sin tiempo, ancladas en una atmósfera infantil y risueña.
Hay
rasgos, pautas, pistas y recursos en la pintura de Isabel que sólo un
espectador de su tierra natal, puede descubrir. Me refiero a la torre de
Villarrín, iglesia- símbolo de su infancia, aparece en casi todos los cuadros
de paisajes urbanos, la imagen del Cristo, la plaza, etc. muestran su firma,
sus recuerdos, evocando su Villarrín natal. El paisaje de la estepa de la
Tierra de Campos se reitera en su obra mediante palomares.
Temas
costumbristas de Villarrín se observan en sus lienzos. En uno de ellos, podemos
distinguir la plaza de la iglesia y un grupo de mujeres vestidas con atuendos
regionales, bailando ¿tal vez pensó en las Águedas?
Glosar
la vida de Isabel es una obligación. Esta mujer de Villarrín que quiso ser
enterrada en su pueblo natal, muestra un rasgo más de su amor a sus orígenes.
Nunca olvidó este paisaje de contrastes, de luz, de nubes de mil formas, de
vientos secos, de páramos infinitos…
Gracias
Isabel por haber querido estar aquí, para siempre. Tu calle, sí esa que lleva
tu nombre desde 2004, se podrá adornar con los colores no contaminados de tu
obra, con la sonrisa de los personajes
de cuentos de hadas, con las palabras aún no pronunciadas de esos niños
y niñas que cobran vida en la magia de tu pincel.
(F.
Trancón)
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