lunes, 10 de octubre de 2016

ENTREVISTA A LEOPOLDO, JOAQUÍN Y AMADOR (Residencia Matías Alonso de Villarrín de Campos, Zamora)

Leopoldo, Joaquín y Amador forman un trío muy especial. Les veréis casi siempre juntos, hermanados por un lazo especial de amistad. En sus salidas por Villarrín, recorriendo el itinerario consolidado desde la residencia al bar más cercano de la carretera y a la plaza. Su universo fuera del regazo de su hogar finaliza aquí.
He charlado con ellos, he conocido no muy profundamente  su especial personalidad, me han abierto las puertas   de su intimidad para que pueda  observar algunos aspectos  importantes del acontecer de sus vidas, de sus ilusiones.  Algo de todo eso se refleja en esta entrevista.

Leopoldo  Pérez (1935, Villalba de la Lampreana)

Se incorpora como residente el 16 de marzo de 2006. De forma un tanto triste y resignada me cuenta que él acudió a la residencia porque se encontraba casi inválido a casusa de una trombosis que le afectó la parte izquierda de su cuerpo, especialmente en el brazo y la pierna. Pero retrocedamos en el tiempo, recorramos su vida.
En los primeros años trabajó en el campo, labrador, pastor, ejerció esos oficios básicos, para subsistir en el medio rural.
Se independiza y adquiere un rebaño. La suerte no le acompaña, sus ovejas enferman de un mal que él me dice que se llama “galaxia”. Al parecer las ovejas no producen leche.
Esta circunstancia le hace abandonar su hogar y se traslada a Zamora donde ejerce de taxista durante cinco años. Pero aquí no se consolida su futuro profesional. En 1960 en Oviedo saca el carnet de conducir de todas categorías, esta decisión marcará en adelante su futuro.
Se va a Madrid en busca de trabajo. Lo encuentra muy pronto en la empresa Esteban Rivas que forma consorcio con Auto Res dedicada al transporte de viajeros. Me dice “que esta empresa era la más importante de España”, con 112 autobuses funcionando y 52 de reserva”.
Aquí estuvo muy poco tiempo, unos meses. No habla del trabajo. Su hermana que vivía en Vitoria le reclama para que vaya a esa ciudad. Aquí no estará solo, siempre tendrá alguien que le cuide, que esté cerca de él en caso de enfermedad.
Accede a la petición de su hermana. Se despide de la empresa, pero a ellos les sienta muy mal que se vaya. “Me  querían mucho, estaban muy contentos con mi trabajo”. “No se despidieron cuando me fui, ni me dieron la cuenta”, comenta con nostalgia. “Pero fueron honrados-añade- “cuando me jubilé  figuraban los servicios y una gratificación”.
En Vitoria fue a solicitar trabajo a la empresa de transportes La Guipuzcoana. Precisamente habían adquirido un camión de gran tonelaje y no tenían chófer con el permiso requerido. Leopoldo es admitido y al día siguiente estrenó el camión. Hizo varias rutas por toda España, pero al cabo de unos meses se cuestiona su trabajo, y piensa “que este trabajo no es el mío, quiero algo personal”. Me explica que él quería una profesión, más cercana a las personas y no estar viajando constantemente.
De nuevo abandona este trabajo y se dirige a buscar nuevo empleo en la empresa de autobuses urbanos de  Vitoria TUVISA. Tiene suerte y al día siguiente empieza a trabajar. Parece ser que este nuevo destino es el definitivo, ha encontrado su lugar, la estabilidad que tanto deseaba.  Permanece treinta años transportando viajeros por todo el municipio de la capital,  Errekaleor,  Armentia, Plaza de San Bárbara, Txagorritxu, etc.
- “Nunca pedí durante este tiempo baja por enfermedad”, afirma muy orgulloso.
Es feliz en Vitoria consolida sus amistades. Vive en una calle próxima al antiguo matadero en el barrio de Zaramaga.  Presencia  los luctuosos sucesos del tres de marzo de 1976. Una carga de la policía a la salida de una asamblea de trabajadores en huelga  de la iglesia de San Francisco, próxima al lugar donde vivía Leopoldo, se saldó con 5 víctimas mortales y 150 personas heridas.
Se jubila  en el año de 1995 y fija su residencia en su pueblo, Villalba de la Lampreana.  Construye  una vivienda,  a los cuatro meses de estrenarla sufre un ictus que le deja inválido de una pierna y de un brazo, afectando ligeramente a la vista. Le diagnostican que acabará en silla de ruedas. Esta situación le obliga a  solicitar plaza  en la residencia y es admitido.
Piensa hacer algo, recuperarse del quebranto de su  salud. Pide permiso a la dirección para labrar un trozo de terreno. Le ayuda Amador, que había ingresado en la Residencia cuatro días antes. Entre los dos cavan cuatro surcos y plantan tomates y ajos. Aquí con la ayuda de su nuevo compañero inicia una nueva vida. Su ilusión es roturar la huerta y dotarla de árboles frutales, hortalizas, etc.
Recupera parte de los movimientos afectados por el ictus, camina con normalidad y la enfermedad se detiene. Esfuerzo,  entusiasmo, dedicación, motivación… constituyen el mejor remedio terapéutico, no sólo para su cuerpo, sino también para su espíritu.
Comenta con alegría “hay más de 46 árboles frutales de distintas clases: melocotones, ciruelos, perales, almendros, membrillos, parras de uvas, melonares;  de hortalizas pimientos, tomates, cebollas, ajos, lechugas…”
-“Todo esto lo hago por amor a la residencia”, comenta justificando su labor.” Regalamos todos los productos a la gente, para nosotros no queremos nada”
-Bueno se me olvidaba. Hemos construido un refugio para pájaros en mitad de la huerta. Está acondicionado para todo el año, ya que hay muchos canarios.
Efectivamente, situado en el centro geográfico de la huerta. Hay una edificación circular, en forma de cilindro destinado a la crianza de  pájaros.
-¿Cómo se desarrolla tu vida en un día cualquiera?
- Me levanto a las seis de la mañana. Doy una vuelta por la huerta para ver lo que hay que hacer, trabajo en lo que se necesita. Desayuno y después me voy con Amador y Joaquín, tomamos un café, paseamos por el pueblo hablamos con la gente. Hacemos encargos que nos mandan, comemos. Los ratos de la tarde los pasamos viendo la televisión, hablando con residentes, haciendo reuniones de grupo con las monitoras…
Su vida se desarrolla a un ritmo tranquilo, de forma sencilla, disfrutando de lo que hace, ayudando a los demás.
¿Recibes visitas?
“Tengo familia, pero no me vienen a ver. Como no tengo dinero y no pueden sacarme nada, me olvidan. Esta es la verdad”
Cómo te llevas con tus compañeros de la residencia
Como todo en la vida, con unos muy y con otros no. Hay quien piensa que lo que hacemos es para no pagar la residencia. Todo es envidia. Pago religiosamente y me queda muy poco para otros gastos.”
“Nosotros no hacemos la pelota y nadie nos la hace a nosotros”.  Con las cuidadoras y la directora nos llevamos de maravilla”.
Cambiando parcialmente de tema, prosigue “nos preocupamos de nuestros compañeros, avisamos en cuanto le vemos enfermos o tienen problemas. Recogemos las sillas. Esto es como en una familia, como en una casa. Ayudamos y nos ayudan”
Cómo es la residencia
“La mejor casa en la que he vivido. Unos dicen que podrían poner aire acondicionado. Eso es una tontería, hay muchas personas que no lo soportarían. El mejor aire acondicionado es el del huerto”.
“De aquí no me iré nunca. Solamente me marcharé cuando me echen con las punteras para arriba”






Joaquín Campos (1950, Oporto. Portugal)

Trabajó en varias empresas de Portugal como mecánico tornero automático. Se casó a los 31 y se divorció cinco años después. Esta separación le afectó profundamente.
“Cuando nos separamos se rompió  mi vida”-comenta-voy dando tumbos por  Lisboa,  Oporto, Algarve, España, Europa”. Lleva una vida errante, trabajando donde puede y en cualquier oficio.
Tiene un hermano en Valladolid y se va a vivir con él, es autónomo y le ayuda.  Permanece siete años  en esta ciudad. Del año 1988 al 1990, decide vivir por su cuenta y acepta empleos temporales en diferentes bares normales, de alterne, como camarero.
Posteriormente se traslada Coreses  y trabaja como camarero de un club y en otros establecimientos similares. Permanece varios años, pero enfermó de un quiste en el páncreas. Los médicos le dicen que la operación es de alto riesgo y no quiere que intervengan. Esta enfermedad le produce diabetes crónica.
En el año 2011 entra en residencia.- “Pesaba cuarenta kilos y creía que no duraría mucho," comenta. Pero su salud mejoró, lleva siete años con el quiste estabilizado.
Se integra con facilidad en el grupo de Leopoldo y Amador.
“Nos llevamos muy bien, unas veces peleamos, pero eso pasa en todas las familias”. “Siempre estamos juntos cuando estamos tiesos de dinero o cuando tenemos algo”.
Ayuda a Leopodo y Amador en la huerta,  sobre todo en la vendimia, pero no es su fuerte. Como el resto de sus compañeros colabora en lo que puede en las tareas de la residencia: recoger sillas, ir a la farmacia a por medicinas, ayudar a algún residente necesitado, etc.
Agradecimientos
Estoy agradecido a Europa, siempre me han tratado muy bien. España me ha dado la vida.
“Llevo cinco años y medio en la residencia y estoy encantado. Vivo muy contento, bien duchado, ropa limpia, bien planchada”
Visitas.
“De vez en cuando me viene a ver una ahijada, me gustaría que viniera con más frecuencia, pero así es la vida”.
Una duda
“¿Si no fuera la residencia, qué sería de mí? Me buscaría la vida, pero no llegaría a la vejez”






Amador  Bernal (Peleagonzalo, 1955)

Amador tiene un defecto en cuerdas vocales y apenas habla. Sus compañeros me comentan que su labor profesional se desarrolló toda su vida en el campo.
Ingresa en la residencia cuatro días antes que Leopoldo, a causa de un accidente que le deja inútil una pierna y tiene que utilizar muletas de por vida.
Leopoldo entabla amistad con él, ayudándole en todos los menesteres de la huerta, con una dedicación e ilusión admirable.
Todos los meses le vista su hermana “para traerle el aguinaldo y la propina”, comenta socarronamente Leopoldo, “No le gusta a Amador ver la petaca vacía del tabaco”.

Reflexión

Los tres amigos cuyas vidas  discurrieron en otra época  por caminos diferentes, se han convertido en hermanos, en compañeros inseparables, en luchadores incansables por sobrevivir y ser felices en unas circunstancias realmente difíciles.
La residencia les unió, decidió sus destinos y ellos siguen juntos, dando testimonio de su amistad. La lealtad, camaradería y solidaridad, son valores adquiridos en esta última etapa de reposo y de reflexión.
En una dependencia de la residencia que sirve  de almacén, han fijado su lugar de ocio, de confidencias. Acércate una mañana de invierno a su refugio, te invitarán a un vaso de vino y a una conversación gratificante. No les censures si fuman mucho, es el único vicio que les queda.





F. Trancón



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