MARTA VISITACIÓN DE PRADA, hija de Rosaura Gutiérrez Bobillo y Cándido de Prada Miñambres. Emigraron a Argentina en 1906.
El siguiente reportaje me lo envió su hija LAURA DAITA desde Argentina
(NOTICIA PUBLICADA POR UN DIARIO
LOCAL DE ARGENTINA)
CENTENARIO DE MAYOR BURATOVICH A PUNTO DE CUMPLIR 102 AÑOS
HIJA DE ROSAURA GUTIÉRREZ BOBILLO Y
CÁNDIDO DE PRADA MIÑAMBRES (naturales de Villarrín). Emigraron a Argentina en
el año 1906
La alegría de vivir
para contarla
Marta Visitación de Prada de
Daita es la historia viva de la localidad. Hija de inmigrantes españoles y
nacida antes que el pueblo en el paraje Romero Chico, en 1911, rememora aquella
época y da la clave de su longevidad.
Mayor Buratovich
todavía no era pueblo cuando ella nació en un campo cercano a la actual
localidad, en el Paraje Romero Chico, a unos 25 kilómetros.
A punto de cumplir 102 años, Marta Visitación de Prada de Daita no toma ni una aspirina, rara vez tiene alguna dolencia y lee el diario todos los días.
"Uno nunca piensa cuántos años va a vivir. ¿Quién va a decir 'Yo voy a vivir cien años'? Eso es cosa de Dios", dice desde la silla, serena, sonriente, con las manos encimadas sobre la pollera.
"Me encuentro bien, muy bien. Lo principal es la salud", asegura.
Sin perder la coquetería --¡Hace más de un siglo que usa aros!-- ama de casa de toda la vida, Visi, como la llama su familia, suele estar de buen humor más allá de cualquier problema. Esa parece ser su clave. "Y ser buena persona, ayudar a los demás", dice.
Hija de Cándido de Prada Miñambres y Rosaura Gutiérrez Bobillo, emigrados de Villarrín de Campos (España) en 1907, nació el 6 de mayo de 1911.
Ha tenido y tiene su carácter --de signo Tauro en el zodíaco-- aunque asegura que siempre empieza el día con una sonrisa, algo que quizás heredó de su padre, a quien recuerda cantando en el sulky mientras hacía las tareas del campo.
Mujer de trabajo, activa, es la primera vez en mucho tiempo que disfruta de "no nacer nada", de no tener obligaciones.
De chica ayudó a su madre en los quehaceres domésticos y, ya adulta, crió a sus hijos y trabajó en la carnicería codo a codo con su esposo Albino.
Ahora, pasado el ajetreo, puede bordar toallas para sus bisnietos sin apuro, ver noticieros, pasear bajo el sol, mirar fotos de familiares españoles por internet y hasta tomar un cafecito sin prisa con su hija Laura en algún bar del centro de Bahía Blanca, donde vive desde hace años.
Lúcida y con toda la chispa, más allá de alguna laguna de la que sale del paso rápidamente, comenta que por mucho tiempo practicó "el deporte de la tabla".
"¿Sabés que buen deporte es lavar la ropa de cinco hermanos varones?", dice risueña. También recuerda al viejo lavarropas a hélice que solo funcionaba cuando había viento.
"La vida en el campo era buena, trabajaba mucho, teníamos una quinta, era un lugar muy grande. Los vecinos estaban lejos pero recibíamos muchas amistades", recuerda.
Esta "piba" de más de cien años, que creció entre trigo, hacienda y alfalfa, se divierte al recordar que, por un equívoco --luego de celebrar un asado, donde seguramente no faltaron algunos brindis-- en vez de María Visitación, como querían inscribirla sus padres en el Registro Civil, terminó llamándose Marta Visitación.
"Y si no me gusta mi nombre... ¿qué voy a hacer? No puedo hacer nada. Ya lo me lo pusieron", dice levantando los hombros y sin perder la sonrisa.
Atenta a las preguntas, a menudo hace alguna pausa para ordenar en su memoria tantas vivencias, fechas y datos, antes de ponerlos en palabras.
"Mi mamá y mi papá llegaron en barco. Viajaron mucho días en primera, en primera abajo", bromea, ya que como la mayoría de los inmigrantes, arribaron a la Argentina sin dinero.
A su llegada vivieron un tiempo en Bahía Blanca hasta mudarse primero a Romero Chico y luego a otro campo llamado De la Compañía para arrendar unas tierras y trabajarlas hasta poder adquirir sus propias hectáreas.
Tras una infancia y adolescencia en el campo, Visitación conoció a Albino Daita con quien luego de casarse tuvo su primer hijo cuando ya rondaba los 28 años.
Entonces se mudó a Mayor Buratovich y junto a su esposo, al que describe como un "un bailarín de aquellos" --y quien además tocaba el violín en una orquesta de amigos-- atendió una carnicería en tiempos en que las reses se cortaban con serrucho.
"Tenía todo tipo de plantas, con muchas flores. Me gusta visitar esa casa --donde ahora vive su hijo Cándido, en Mayor Buratovich-- aunque no sé cómo las cuidará. No es muy plantero", comenta.
A su marido, del que enviudó hace 30 años, lo conoció en uno de los bailes que se realizaban en la estación del ferrocarril y a los que concurría con largos vestidos que aún recuerda y hasta conserva uno de ellos.
Se casaron el 6 de agosto de 1938, en Médanos por civil y en Fortín Mercedes por iglesia; y la fiesta se realizó en el Hotel Martorell de Mayor Buratovich. El viaje de bodas fue a Bahía Blanca y se alojaron en el Hotel Italia.
Sus hijos Laura y Cándido nacieron en la casa familiar de Mayor Buratovich atendidos por la partera del pueblo, doña María La Vasca.
Laura está casada con Alejandro Giagante y es mamá de Guillermo. Su hermano está casado con Mabel Silva y es papá de María Eugenia, Marta, Darío y Diego. Ellos dieron a Visi siete bisnietos: Agustín, Renata, Jazmín, Juan Valentín, Francesco, Luna y Josefina.
Cuando esta jovial abuela enviudó, permaneció en Buratovich hasta que pudo y luego se trasladó a Bahía Blanca añorando mucho su querido pueblo hasta que se adaptó a Bahía.
¿Si festejó sus cien años de vida? Sí, aunque fue una reunión íntima a la que acudió su familia y que contó con un saludo virtual de unos familiares y vecinos de Villarrín de Campos, cuna de sus padres.
"No cualquiera llega a los 100 años de vida", remata la dueña de este enorme privilegio de vivir para contarla.
A punto de cumplir 102 años, Marta Visitación de Prada de Daita no toma ni una aspirina, rara vez tiene alguna dolencia y lee el diario todos los días.
"Uno nunca piensa cuántos años va a vivir. ¿Quién va a decir 'Yo voy a vivir cien años'? Eso es cosa de Dios", dice desde la silla, serena, sonriente, con las manos encimadas sobre la pollera.
"Me encuentro bien, muy bien. Lo principal es la salud", asegura.
Sin perder la coquetería --¡Hace más de un siglo que usa aros!-- ama de casa de toda la vida, Visi, como la llama su familia, suele estar de buen humor más allá de cualquier problema. Esa parece ser su clave. "Y ser buena persona, ayudar a los demás", dice.
Hija de Cándido de Prada Miñambres y Rosaura Gutiérrez Bobillo, emigrados de Villarrín de Campos (España) en 1907, nació el 6 de mayo de 1911.
Ha tenido y tiene su carácter --de signo Tauro en el zodíaco-- aunque asegura que siempre empieza el día con una sonrisa, algo que quizás heredó de su padre, a quien recuerda cantando en el sulky mientras hacía las tareas del campo.
Mujer de trabajo, activa, es la primera vez en mucho tiempo que disfruta de "no nacer nada", de no tener obligaciones.
De chica ayudó a su madre en los quehaceres domésticos y, ya adulta, crió a sus hijos y trabajó en la carnicería codo a codo con su esposo Albino.
Ahora, pasado el ajetreo, puede bordar toallas para sus bisnietos sin apuro, ver noticieros, pasear bajo el sol, mirar fotos de familiares españoles por internet y hasta tomar un cafecito sin prisa con su hija Laura en algún bar del centro de Bahía Blanca, donde vive desde hace años.
Lúcida y con toda la chispa, más allá de alguna laguna de la que sale del paso rápidamente, comenta que por mucho tiempo practicó "el deporte de la tabla".
"¿Sabés que buen deporte es lavar la ropa de cinco hermanos varones?", dice risueña. También recuerda al viejo lavarropas a hélice que solo funcionaba cuando había viento.
"La vida en el campo era buena, trabajaba mucho, teníamos una quinta, era un lugar muy grande. Los vecinos estaban lejos pero recibíamos muchas amistades", recuerda.
Esta "piba" de más de cien años, que creció entre trigo, hacienda y alfalfa, se divierte al recordar que, por un equívoco --luego de celebrar un asado, donde seguramente no faltaron algunos brindis-- en vez de María Visitación, como querían inscribirla sus padres en el Registro Civil, terminó llamándose Marta Visitación.
"Y si no me gusta mi nombre... ¿qué voy a hacer? No puedo hacer nada. Ya lo me lo pusieron", dice levantando los hombros y sin perder la sonrisa.
Atenta a las preguntas, a menudo hace alguna pausa para ordenar en su memoria tantas vivencias, fechas y datos, antes de ponerlos en palabras.
"Mi mamá y mi papá llegaron en barco. Viajaron mucho días en primera, en primera abajo", bromea, ya que como la mayoría de los inmigrantes, arribaron a la Argentina sin dinero.
A su llegada vivieron un tiempo en Bahía Blanca hasta mudarse primero a Romero Chico y luego a otro campo llamado De la Compañía para arrendar unas tierras y trabajarlas hasta poder adquirir sus propias hectáreas.
Tras una infancia y adolescencia en el campo, Visitación conoció a Albino Daita con quien luego de casarse tuvo su primer hijo cuando ya rondaba los 28 años.
Entonces se mudó a Mayor Buratovich y junto a su esposo, al que describe como un "un bailarín de aquellos" --y quien además tocaba el violín en una orquesta de amigos-- atendió una carnicería en tiempos en que las reses se cortaban con serrucho.
"Tenía todo tipo de plantas, con muchas flores. Me gusta visitar esa casa --donde ahora vive su hijo Cándido, en Mayor Buratovich-- aunque no sé cómo las cuidará. No es muy plantero", comenta.
A su marido, del que enviudó hace 30 años, lo conoció en uno de los bailes que se realizaban en la estación del ferrocarril y a los que concurría con largos vestidos que aún recuerda y hasta conserva uno de ellos.
Se casaron el 6 de agosto de 1938, en Médanos por civil y en Fortín Mercedes por iglesia; y la fiesta se realizó en el Hotel Martorell de Mayor Buratovich. El viaje de bodas fue a Bahía Blanca y se alojaron en el Hotel Italia.
Sus hijos Laura y Cándido nacieron en la casa familiar de Mayor Buratovich atendidos por la partera del pueblo, doña María La Vasca.
Laura está casada con Alejandro Giagante y es mamá de Guillermo. Su hermano está casado con Mabel Silva y es papá de María Eugenia, Marta, Darío y Diego. Ellos dieron a Visi siete bisnietos: Agustín, Renata, Jazmín, Juan Valentín, Francesco, Luna y Josefina.
Cuando esta jovial abuela enviudó, permaneció en Buratovich hasta que pudo y luego se trasladó a Bahía Blanca añorando mucho su querido pueblo hasta que se adaptó a Bahía.
¿Si festejó sus cien años de vida? Sí, aunque fue una reunión íntima a la que acudió su familia y que contó con un saludo virtual de unos familiares y vecinos de Villarrín de Campos, cuna de sus padres.
"No cualquiera llega a los 100 años de vida", remata la dueña de este enorme privilegio de vivir para contarla.
Memoria
Visitación es católica, muy creyente --su madre era devota-- y solía ir a misa todos los domingos. Ahora recibe la comunión de la Catedral en su casa y aún recita la Canción de los Pajarillos a San Antonio de Padua, que le enseñó su mamá. Cuando olvida alguna estrofa, su hija Laura --con los versos en la pantalla de la computadora-- oficia de guía. Entonces, la centenaria mujer retoma los versos con velocidad, como debía recitarlos de niña.
Sagaz.
"¿La política? De eso que se ocupen los políticos ¿o no? ¿Vos que pensás?", increpa Visitación en la entrevista. Dice también que le encanta estar informada de lo que pasa en el mundo y que nunca le gustaron las telenovelas, ni bailar. "¿Cantar? Más o menos. Me gusta el tango como buena argentina que soy".
"¿La política? De eso que se ocupen los políticos ¿o no? ¿Vos que pensás?", increpa Visitación en la entrevista. Dice también que le encanta estar informada de lo que pasa en el mundo y que nunca le gustaron las telenovelas, ni bailar. "¿Cantar? Más o menos. Me gusta el tango como buena argentina que soy".
Saludo.
En ocasión del centenario de Mayor Buratovich, Visitación quiso dejar un mensaje: "Quiero mucho a mi querido pueblo y siempre me acuerdo de él. Le deseo muchas felicidades y mucha suerte".
Dime cómo vives...
* Le gusta el asado de los domingos compartido en familia y su cena siempre fue y es muy frugal.
* Ama los pasteles y disfruta de jugar todos los días unos partiditos a la escoba de 15.
* Nunca fumó ni bebió alcohol; ni siquiera un vaso de vino en las comidas.
* Fue muy buena cocinera y sobre todo buena repostera. "El strudel le salía maravilloso", dice su hija Laura.
* Recibió la noticia de la elección del papa argentino Francisco I con gran orgullo y mucha alegría.
* Contenida por su familia (cuidada del frío y de las caídas) atraviesa esta etapa con gran confort y rodeada de afecto.
ROSAURA GURIÉRREZ BOBILLO Y CÁNDIDO DE PRADA MIÑAMBRES
Los hijos vistos de izquierda a derecha:
Manuel, Martín, Cándido, Marta Visitación y Miguel (este último era español)
Emigraron en el año 1906.
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