Expoliados de sus recuerdos
Los nacidos en la localidad de Otero de
Sariegos explican con rabia cómo los ladrones destrozaron todas sus casas en
cuanto el pueblo quedó vacío
LA OPINIÓN-EL CORREO DE
ZAMORA 24/04/2018
Alejandro Bermúdez. En el corazón de Tierra de Campos, de la campiña que fue el
granero de Castilla, un pueblo cuyos orígenes se remontan a la época de los
visigodos acabó por desaparecer de lo pobre que era en los primeros años del
siglo, absorbido por los dos núcleos de población más cercanos. A mediados del
siglo XX las familiasde Otero de Sariegos que no emigraron a
la ciudad comenzaron a mudarse a Villafáfila o a Villarrín porque Otero carecía
de servicios, los últimos en marchar lo hicieron simplemente porque ya no
quedaba casi gente en el pueblo, anticipando lo que será el destino de la
inmensa mayoría de pueblos de Zamora en los próximos 20
años si un revulsivo no invierte la tendencia demográfica de la provincia.
La última persona en residir
permanentemente en Otero de Sariegos abandonó su casa el 21 de noviembre de
2003 por motivos de salud sin saber que su marcha sentenciaría a las calles de
su pueblo a desaparecer. La ausencia de vecinos, y por tanto de vigilancia,
atrajo a los ladrones que se dedicaron a allanar todas las
casas para robar en la nada, pues sabiendo lo que se les venía encima todos los
propietarios vaciaron sus viviendas de objetos de valor e incluso de muebles.
Naturales de Otero como Miguel Muñiz García recuerdan con rabia los destrozos provocados
por los amigos de lo ajeno y su tozuda persitencia: "tiraban la puerta de
una casa, y aunque no encontraran nada, como al dueño se le ocurriera
arreglarla no tardaban ni un mes en volverla a derribar o en destrozar las
ventanas". "Hasta el transformador eléctrico se llevaron",
apunta Francisco Montero Gómez, que vivió la localidad hasta que salió para
cumplir el Servicio Militar en 1973.
Los ladrones también se llevaron las
pocas esperanzas de que Otero de Sariegos resucitara. Manuel Montero Gómez y su
familia poseían una casa solariega frente a la iglesia que se plantearon
acondicionar para abrir una casa de turismo rural, fue hace unos 12
años. La ubicación es ideal, en plena Reserva Natural de las Lagunas de
Villafáfila y en un pueblo sin más ruido que el canto de
las aves para aquellos que buscan la tranquilidad absoluta. Solo había que
ofrecer unas instalaciones dignas y un servicio de calidad para atraer a los
clientes, pero la maldad de los ladrones convertía la reforma del edificio en
tarea imposible: tiraron la puerta abajo, la volvieron a tirar cuando se repuso
e incluso derribaron los ladrillos con los que los propietarios condenaron el
hueco de la entrada en un vano intento de disuadir a los vándalos. Hoy no hay
ni puertas ni ventanas, el techo se ha venido abajo y a la familia Montero
Gómez se le han quitado las ganas de arreglarla.
Las reformas hechas en otros
edificios tampoco han servido para despertar la conciencia de aquellos que no
respetan la propiedad privada. En tiempos recientes, un taller de formación y
empleo organizado por el Ayuntamiento de Villafáfila sirvió
para dar un lavado de cara a la antigua escuela, que ahora es
un local lleno de escombros y cristales rotos, aunque lo único con un mínimo de
valor material fuera el contador de la luz, que por supuesto arrancaron de la
fachada.
Algunos propietarios han llegado al
extremo de derribar sus propias casas para no tener que pensar en si un grupo
de desconocidos estaría haciendo de las suyas en el hogar donde se criaron,
otras se han venido abajo como consecuencia del paso del tiempo. El resultado
es que cada vez se hace más difícil distinguir el trazado de las antiguas
calles de Otero entre montones de escombros, solares donde ya crece la hierba y
fachadas medio derruidas. Otero de Sariegos poco a poco se va borrando,
camuflándose entre las salinas, una imagen que duele en la retina de aquellos
que tienen allí una parte de su vida, sobre todo para los más mayores, como
María Justo Lorenzo, que nació y pasó su infancia en el pueblo y afirma que
"me llena de nostalgia volver aquí", o como
Baltasara Gómez Miñambres, de 86 años, la madre de Manuel Montero Gómez.
Baltasara se casó con un mozo de
Villafáfila que le engendró cuatro hijos: Sara, Mari Carmen, el propio Manuel y
Santiago. El matrimonio se mudó a Villafáfila pocos años después, pero Manuel
se quedó en Otero junto a su abuela hasta que cumplió los 14 años y aún guarda
un gran apego a su pueblo, por eso mañana levantará con orgullo el pendón
parroquial en la rogativa de San Marcos. Que ya no viva nadie en esas
calles no significa que Otero de Sariegos haya desaparecido, pervive en la
memoria de sus gentes que aún mantienen sus tradiciones, como la fiesta de San
Martín, en noviembre, o la de San Marcos, el 25 de abril, que se siguen
celebrando gracias a su esfuerzo y a la colaboración Obispado de Zamora y del
Ayuntamiento de Villafáfila. Mañana se volverá a celebrar misa en la iglesia de
San Martín de Tours, la Virgen del Rosario volverá a salir en procesión y los
hijos de Otero de Sariegos se volverán a juntar para compartir su fiesta.
(Francisco Montero, mostrando una casa destrozada)
No hay comentarios:
Publicar un comentario