sábado, 19 de noviembre de 2016

MONASTERIO FRANCISCANO DE CASTROVERDE CAMPOS (Zamora)



Publicado en la Opinión de Zamora 19/11/2016

(Francisco Trancón Pérez)

El edificio es un refugio espiritual, un espacio para reflexionar sobre el mundo y sus cuitas

Charlando con unos amigos por el paseo marítimo de  La Galea  (Getxo-Vizcaya), uno de ellos me comenta que todos los veranos cuando se traslada a pasar las vacaciones a Galicia, se detiene en Castroverde de Campos para degustar una comida exquisita, comparable-aunque diferente-con las ofrecidas en los mejores  restaurantes de Vizcaya.
Este comentario me produce  sensaciones contradictorias, agradezco la valoración positiva que el getxotarra hace de la gastronomía zamorana, pero siento decepción  porque no ha visto la riqueza artística que atesora  Castroverde.
 Una muestra- entre las muchas oportunidades que ofrece este municipio- es el monasterio situado a la entrada del pueblo, un edificio de planta y piso de amplias proporciones. De ladrillo cocido, el ocre de sus muros resalta en el intenso azul del cielo; la luz penetra triunfante por anchos ventanales de arcos apuntados que se abren con elegancia al jardín del claustro, solar rectangular que aún conserva el vestigio de una fuente y una cruz, señas de identidad franciscana.
Este patio de recreo espiritual era el lugar frecuentado  por frailes, novicios, estudiantes. Espacio necesario para que en los breves períodos de ocio, la mente se liberara de la presión de los saberes teológicos y de otras disciplinas curriculares, facilitando el encuentro entre los hermanos, llenando de sonidos , de confidencias, de alegrías, de sueños, de proezas aún no resueltas, de proyectos que ofrecer al maestro de Asís.
En el piso superior estaban-entre otras dependencias-las celdas de los frailes, alineadas en torno a un pasillo y abiertas al exterior por amplios ventanales. En su interior una cama humilde, un reclinatorio, mesa de trabajo y oración.  Clavada en la pared un crucifijo de madera oscura preside este refugio de soledad y meditación. Sin abandonar el piso superior está la biblioteca, sala de estudio, con  libros de todos los saberes. Tal vez sea éste uno de los  legados culturales  más importante que hayan dejado los frailes. En este sentido Hipólito Barriguín, fraile franciscano que publica la historia de este monasterio (1992) indica que “las obras que se están llevando a cabo en la Casa Consistorial, han obligado a sus autoridades a recoger todos los libros y documentos en otros locales y dicha documentación está en el más completo desorden, propio de tales circunstancias”.
Siento no estar de acuerdo en algunos aspectos con la opinión de Hipólito, lo que he observado es una biblioteca ordenada, en  muchos de sus libros  se ve  el  tejuelo de clasificación. Supongo que se efectuará-en su día- una catalogación exhaustiva  del contenido bibliográfico y documentación de la biblioteca.
He de subrayar que en esta parte del piso superior hay una serie de habitaciones, baños, etc., cuyo  acondicionamiento lo está realizando el consistorio para adaptar estas dependencias a actividades culturales, albergue, etc.
En la planta baja del monasterio se encuentra la iglesia. Supera las dimensiones de una capilla u oratorio para convertirse en un templo abierto al culto.
El interior es un espacio amplio, luminoso, me recuerda la limpieza y el orden observado en conventos de monjas.
Las figuras ornamentales de vírgenes, santos franciscanos, altar, retablo, etc. son piezas relativamente  modernas, de factura modesta, sin ninguna pretensión ornamental exagerada.
El coro situado en la parte alta posterior del templo, constituye un conjunto singular, su distribución y arquitectura responde a los cánones de otros coros de iglesias, catedrales, basílicas, etc.  Debió  tener un órgano de tubos muy completo al parecer por los restos de su emplazamiento que aún se pueden observar. Los asientos abatibles carecen decoración, sin figuras alegóricas, sin tallas artísticas, sin el boato ornamental de los ubicados en otros templos.
La iglesia del siglo XVIII sigue escrupulosamente  el decreto de los estatutos de Narbona dictados por San Buenaventura en 1260
“...Pero como lo curioso y superfluo son contrarios directos con la pobreza, ordenamos que se eviten en los edificios las exquisiteces de pinturas, tabernáculos, ventanales, columnas y similares, y los excesos de longitud, anchura y altura, que no sean conformes con las costumbres del lugar. Los que sean transgresores de esta constituciones sean gravemente castigados... …Las iglesias en ningún modo serán abovedadas, excepto en la capilla mayor. El campanile nunca se hará a modo de torre; item, los ventanales con vidrieras historiadas no tendrán pinturas con historias ni con otras cosas, excepto en la vidriera principal, detrás del altar mayor, que podrá tener imágenes del Crucifijo, de la beata Virgen, del beato Juan, beato Francisco y beato Antonio; y si otras se hubieran pintado serán retiradas por los Visitadores...”

En un friso situado en la parte alta del coro se observan cruces de un calvario y reliquias  de San Rufino, San Aparicio, etc.
El refectorio que actualmente se conserva en el piso inferior es de dimensiones moderadas con una gran mesa ovalada. El piso está pavimentado por azulejos de color marrón y amarillo, formando figuras geométricas.
En la huerta los frailes buscaban un espacio para reflexionar, experimentar el hálito de la naturaleza cercana, familiar, acercarse a las experiencias del agustino Fray Luis de León cuando describía su jardín particular.
Se conserva el armazón de hierro en forma abovedada de un parterre hoy sin flores, cubierto torpemente por enredaderas anónimas que se ofuscan pertinazmente en aferrarse a los anclajes metálicos.
El brocal de un pozo abre su ojo oscuro mostrando al cielo el agua que renace en sus entrañas. Junto a él, una frondosa morera, árbol centenario extiende las ramas de  su poderoso tronco, protegiendo el sagrado recinto de la furia candente del sol estival.
Cuando el visitante abandona, no sin pesar, este oasis espiritual  su mirada se detiene en la grácil torre, espadaña piramidal,  esforzándose por retener en su memoria una despedida singular, intuyendo el toque festivo de sus campanas.



No hay comentarios:

Publicar un comentario