Publicamos estos delicados y sugerentes poemas llenos de musicalidad, armonía; imágenes admirables de seculares construcciones que no sólo la imaginación debe conservar, sino también la acción solidaria de todos nosotros, los que amamos los palomares, para que la osamenta de sus cuerpos deteriorados se reconstruya y recobre la dignidad y elegancia que les corresponde. Gracias Ángel por tu poesía.
-I‑
Madre tierra,tierra madre
olvida tu nombre, Naciste desvalida expuesta como
un nido de alondra
entre la hierba baja
Piedra, pared y torre te apellidan.
Tú la llana
Tú la pobre anémica de riscos y montañas.
Castillos arroparon tu vacío místico tu vasta
orfandad
de líneas curvas
donde el miedo nunca
tuvo el favor de protegerse.
Castillos para darte sitio y fuerza. hijos que te
dieron nombre
y no al revés.
Tierra madre, madre tierra. Olvida tu nombre.
Tu pasado en pié de guerra y sangre.
Azor de barro
con el soplo de Dios sobre las alas. Águila posada
en permanente acecho
olvida tu nombre.
Hoy te miro desarmada, indefensa,
porque sabes que el tiempo ya venció todas las guerras.
Inútil levantar adarves
y fronteras.
Ancha eres todavía
para abrazar sobradamente.
Las palomas han ganado la batalla
a las rapaces,
el barro a la piedra
el aire moderado musical
al viento bravo de las torres de homenaje.
Madre tierra
olvida tu nombre.
He aquí que la paloma hoy es tu emblema.
Hoy quiero cantar aquí
la gesta de los hombres y mujeres
que hicieron catedrales de silencio habitáculo
apacible a las aves
de La paz.
a auditorio involuntario
para el suave canto del zureo.
-II‑
Infinito pentagrama del surco arado.
Sincopados círculos de adobe queriendo ser la
música del llano.
Cubos como acequias
en medio del desierto cereal.
Palomares,
campanarios mudos
donde solo el gesto de las alas
nos indica que la vieja sinfonía
del paisaje
no se entenderá sin la orquesta
de palomas
sin los muros
donde se hace infinita y circular
la rutina del tiempo y de la vida,
esto es: volar y procrear
alzar el vuelo y posarse para redimir el grano de
su tumba
y mirarse en el paisaje azul
cada mañana
y volver al palomar
e ignorar dónde será el fin
de nuestro vuelo
el postrero columbario donde iremos a ser otra vez
polvo y barro
y donde el nombre también será ceniza del tiempo
repetido
-III‑
¿Quién sabe leer la partitura
del paisaje
sino el ave que camina por el aire que vuela y mira
y se posa en la colmena de las plumas y hace número
y bandada
y silencio?
¿quién el mapa de las nubes
hace suyo
y se orienta con el pulso del deseo?
¿quién es una y multitud arpegio y nota concertina
aria solitaria mañanera
coral de invierno en los sembrados diapasón del
viento?
Ellas, las palomas,
acuerdan reunirse y separarse
alzar el vuelo o planear
al son de una música no escrita.
Yo las miro
y el palomar amplifica melodías
que mis ojos escuchan.
-IV‑
El arte nace aquí
de su esencia más pura.
El cubismo se origina en estos pagos
de aplastante geometría sin teoremas.
Al atardecer
el arte abstracto
se reinventa en el alcor.
Un fulgor de palomares
quema el horizonte
para que la luz arda en la luz
y la tierra sea el fuego y la ceniza al mismo
tiempo.
Nadie grita
nadie pide auxilio
en esta epifanía rutinaria sin salmodia, trágica.
Los fuegos fatuos de la tarde enseñan a mirar la
eternidad en clave de minutos engreídos en su mortal belleza.
Para entonces las palomas acuden al reclamo del
sueño antes que la lechuza merodee en torno al palomar
profanando el silencio.
-V‑
La duna móvil de los trigos
se deja modelar
por la luz cambiante del crepúsculo. Un sol
azorado,
-novio primerizo‑
un lecho de espigas
va buscando.
Tierra trémula,
labios de amapola,
ofreciéndose a los astros
como sátiros nocturnos.
El campo pide alcoba y se desnuda cuando el palomar
pierde su sombra y sólo es una nota musical
dormida en la garganta de la noche.
-VI‑
Pregón y epítome
Alzad, laúdes de plata
los vuelos no ensayados
del ala virtuosa.
Salid del nido
la casa-palomar de vuestro sueño
dejad templada.
Os convoca la mañana amaneciendo pues el sol sin
compañía no es el mismo.
Alba, paloma y lumbre amanecer sonoro
laúdes de plata
cuerdas solares
templándose temprano.
Oh, qué suerte de alborada, nosotros despertamos
y el día nos lo ponen en bandeja el sol y las
palomas:
laúdes de plata.
Con esta música
que el alba nos regala
la pereza es un murciélago
dándose a la fuga.
La alegría ya flamea en las cortinas cuando abro la
ventana.
Una niña canta madrugando Arranca el día
Las nubes contienen su bostezo.
Bronquios de laúd, palomares vacíos
en mi pecho respiran.
Leído por el
autor en la Exposición “Palomares de Tierra de Campos”
Ángel Alonso Prieto. 13 de Agosto de 2014.
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