A modo de
justificación
Sobre las
Misiones Pedagógicas en España se ha escrito mucho. No es mi intención redactar
ningún ensayo sobre este tema, que ha sido estudiado e investigado con cierta
exhaustividad.
Quiero
acercarme al acontecimiento de las Misión aportando una anécdota curiosa que no
se ve reflejada en los libros, porque pertenece al mundo de los recuerdos que
ha llegado hasta mí a través de mi familia.
Adjunto
fotografías que reflejan el ambiente y las circunstancias de la citada Misión.
.
Breves apuntes históricos
Siendo presidente provisional
de la República Niceto Alcalá-Zamora y Ministro de Instrucción
Pública y Bellas Artes Marcelino Domingo se crea, por Decreto de 29 de
mayo de 1931 (Gaceta del 30), el Patronato de Misiones Pedagógicas con el
fin de "difundir la cultura
general, la moderna orientación docente y la educación
ciudadana en aldeas, villas y lugares, con
especial atención a los intereses espirituales de la población" Lo forman una Comisión
Central en Madrid, varias Comisiones provinciales de enseñanza y delegados locales donde convenga a los fines del Patronato
En la
declaración de intenciones para subrayar la esencia de las Misiones se indica “
que el
aislamiento es el origen de las Misiones y la justicia
social su fundamento, claro es que la esencia de las mismas, aquello en que ha
de consistir estriba en lo contrario del aislamiento, que es la comunicación
para enriquecer las almas y hacer que vaya surgiendo en ellas
un pequeño mundo de ideas y de intereses, relaciones humanas y divinas
que antes no existían". (Patronato de Misiones Pedagógicas, 1934: p. 10).
La obra de las Misiones es llevada a cabo por los
“misioneros” Para aspirar
al desarrollo de esta labor bastan dos cosas: "la
primera sentirse atraído por las orientaciones en que la Misión se inspira, germen de la probable
devoción y hasta del entusiasmo venideros; la segunda,
tener algo para su ofertorio y aspiración a conquistar la suficiente gracia para llegar con ella al ánimo de las
gentes humildes" (o. cit., 1934: pp. 14-15).
El material de trabajo del
equipo misionero se compone: de un proyector cinematográfico, con
películas educativas y de recreo; bibliotecas para las escuelas de las comarcas visitadas; y
gramófonos, con una selección de discos, que
después de la actuación, se dejan al maestro para que continúe con la obra iniciada.
El personal que desarrolla la
labor de las Misiones está compuesto por inspectores de educación, maestros,
médicos, estudiantes, conductores de camiones, mecánicos, etc.
Dirigió esta
Misión D. Alejandro Rodríguez,
Inspector de Primera enseñanza de Madrid, con
la colaboración de los estudiantes D. Carlos Rivera (Agricultura), D. Germán Somolinos (Medicina) y D. Luis
Santabárbara (Arquitectura); y los
mecánicos D. Antonio de la Paz y D.
Miguel González. Se realizó del 5 al
15 de octubre de 1934 y comprendió los
pueblos de San Martín de Castañeda, Ribadelago, Galende y Vigo.
“En la
primera Memoria del Patronato (1931-1933) aparecieron ya el organismo, el
desarrollo y el doctrinario de las Misiones Pedagógicas. A ella
habrá de recurrirse para conocerlas íntegramente. Repetir todo aquello en adelante
sería prolijo. No se hablará ya sino de los resultados, nuevas
iniciativas, cambios e inmediatas aspiraciones.
Así se da cuenta ahora, como suceso del mayor
relieve, de la Misión pedagógico-social realizada en San Martín de Castañeda, de Sanabria
(Zamora), una de las varias zonas desventuradas de España, donde la
penuria material y la miseria espiritual
denuncian un grado de vida primitiva y lamentable. Ante la urgencia del caso el
Patronato decidió acudir allí, no sólo con
el bien, de la palabra, el libro y la fiesta recreadora, sino además con el beneficio de la alimentación
necesaria a los niños, la
orientación higiénica, el consejo práctico y la instalación adecuada de la Escuela primaria.”
“Al finalizar el
curso escolar 1933-34, el Teatro y Coro de Misiones Pedagógicas celebró una serie de actuaciones en varios pueblos zamoranos, desde Mombuey a Sierra de la Culebra, márgenes del Tera y lago de Sanabria. Pueblos alegres, de rico pastizal, entregados de lleno al bullicio sudoroso de la siega en aquellas jornadas de sol y heno reciente, acudían al atardecer, llamados por la campana concejil, y apretaban su curiosidad
sonriente en torno al tabladillo de nuestro teatro, que prodigaba donaires de Lope el sevillano, romances viejos, proverbios del Infante Juan Manuel, canciones populares y jácaras de Calderón, al abrigo de sus castaños, del almiar de las eras o frente
al porche de sus iglesias, cuya clara traza compostelana señala el regreso del camino de Santiago.
Mombuey, Asturianos,
Galende, Puebla de Sanabria, dejaron en nosotros el
cordial recuerdo de su gozo y la seguridad de haber lanzado en buen surco nuestra semilla. Pero allí mismo, donde el Tera se remansa espeso de peces y consejas, una pobre aldea, asomada en un teso de linares sobre el lago de Sanabria, nos
sobrecogió de pronto mostrándonos al desnudo su miseria enferma y desolada,
amarga de largos años sin esperanza: San Martín de Castañeda. Niños harapientos, pobres mujeres arruinadas de bocio, hombres sin edad agobiados y vencidos, hórridas viviendas sin luz y sin chimenea, techadas de cuelmo y negras de humo. Un pueblo hambriento en su mayor parte y comido de lacras; centenares de manos que piden limosna... Y una cincuentena de estudiantes, sanos y alegres, que llegan con su
carga de romances, cantares y comedias. Generosa carga, es cierto, pero ¡qué
pobre allí! El
choque inesperado con aquella realidad brutal nos
sobrecogió dolorosamente a todos. Necesitaban
pan, necesitaban medicinas, necesitaban los apoyos primarios
de una vida insostenible con sus solas fuerzas..., y sólo canciones
y poemas llevábamos en el zurrón misional aquel día.
Pasados los primeros
momentos de dolida sorpresa, nuestros estudiantes
iniciaron una limosna indirecta y discreta; compraban a buen precio y fingiendo gran interés por ello esas mil menudencias de artesanía folklórica con que los pueblos pobres gustan de adornarse profusamente: arracadas (candados) traídas por los buhoneros gallegos, con su arete de culebrina y sus grandes piedras rojas y azules, triples collares de cuentas, cruces y colgantes coloristas. Las mujeres desnudaban apresuradamente cuellos y orejas cercándonos de ofertas y súplicas primero, de
lamentaciones cicateras y maliciosas después:
—Bien baratos me los
llevan, que son de grata... Si no fuera la necesidad... Dos reales más, ¿no da? Mire este hijo.
Ingenua malicia
popular, mínima reacción de defensa! Graciosa de momento, pero triste porque es una actitud eterna turbadora de toda relación generosa; y más triste aún porque está justificada por una larga historia de engallas y despojos.
Levantamos entretanto
nuestro escenario. Los tratos han perdido ya su
discreta reciprocidad para convertirse en simple limosna. No nos queda un
céntimo en los bolsillos. Representamos un breve programa de pasos,
cuentos y canciones que logran cuajar apenas en la sensibilidad elemental de la aldea. Sólo una ronda viril, con vueltas
de gaita sanabresa, arranca a los hombres la respuesta gozosa del aturro.
Y emprendemos el regreso a Puebla de
Sanabria. Nos llegan, ya en marcha, quejas, gratitudes y despedidas:—Digan en Madrid
cómo vivimos; que lo sepa el Gobierno‑
no... Dios les
guarde la lengua, mozas, ¡ y qué bien cantan !... “
(Patronato de Misiones Pedagógicas: Memoria
Pedagógico-social en Sanabria, Madrid, 1935. Páginas 9,15 y 16)
Misión
pedagógica de Sanabria
Mi
abuelo estuvo impartiendo la docencia como maestro en Ribadelago dos cursos
(desde 1930-1931 y 1931-1932). Precisamente este último año recibe un encargo
de Alejandro Casona quien le solicita le informe acerca del pueblo y su entorno
en cuanto aspectos sociales, educación, economía, etc., enviándole recuerdos de
su padre Gabino Rodríguez, director de la escuela graduada del Fontán (Oviedo),
que participaría en la Misiones de Besullo (Asturias), pueblo natal de Casona.
Ambos
docentes se conocieron en Asturias, ejerciendo como maestros de primera
enseñanza.
Le
debió informar de varios asuntos y lo que sí recuerdo es que para describir el
carácter de los lugareños le contó lo siguiente. Mi abuelo tenía una pequeña
huerta y los productos que le sobraban (especialmente patatas) los vendía. Las
mujeres cuando hacían la compra hacían siempre el mismo comentario: “Maestru,
non vellu lo que hace, pero me parece que está escasu”. La contestación que
recibían -“¿cómo si no ves, sabes que está escaso?”-les dejaba indiferentes.
(F. Trancón)
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