El 30 de mayo se cumplieron
25 años de la tromba de agua que cayó sobre Villarrín, dejando un rastro desolador. Gerardo Martín, entonces alcalde, rememora aquel “susto
monumental” “Cuando llegué aquello daba miedo”
(La
Opinión de Zamora, 01/06/2014)
I. Gómez
La mañana del 30 de mayo de 1989 cuando aquella nube negra que no barruntaba nada bueno descargó sobre Villarrín de Campos, Gerardo Martín de la Torre estaba en la Diputación despachando algún asunto con Luis Cid, el entonces presidente. «Allí me dijeron que llovía fuerte en el pueblo, que el agua se estaba metiendo en las casas, que me fuera para allá. Yo pensé, no será para tanto, pero cuando llegué aquello daba miedo». Lo recuerda el que fuera alcalde de Villarrín hace 25 años, aquel último día de mayo en que una fuerte tormenta dejó el pueblo arrasado.
Fueron
apenas dos horas, entre las siete y media
y las nueve y media de la mañana,
suficientes para que la tremenda descarga de agua provocara una riada que
ni el cauce del arroyo Reguero pudo
contener. El corazón del pueblo se
transformó por momentos en un mar y
el agua inundó más de treinta casas, arrolló varios coches y un centenar de animales murieron atrapados entre el barro. Lechones, cerdos y ovejas fueron los que corrieron peor suerte en este episodio que no se ha olvidado en el pueblo. Y del mismo
da fe El Correo de Zamora del último
día de mayo de 1989.
Ha pasado un cuarto de siglo y en la memoria de los vecinos de Villarrín de Campos perdura el recuerdo de «un susto de campeonato»
que tuvo sus efectos en otros
pueblos de la zona aunque no con tal
virulencia.
La oleada de tormentas que por aquellos días afectaba a buena parte de la provincia descargó toda su ira en el pueblo terracampino como ni los más mayores habían conocido nunca. Cuando aquel último martes de mayo Gerardo Martín de la Torre salió temprano de casa camino de
Zamora la nube negra ya estaba instalada
por la zona. «Recuerdo que llevaba a un
matrimonio porque se marchaban de
vacaciones e íbamos hablando; decíamos como le dé por caer a esta nube... Y mira si cayó».
Tal fue la fuerza del chaparrón que
arrastró algún vehículo y hasta una
hormigonera y una pesada grúa
aparecieron desplazados por la
corriente medio kilómetro abajo ante el espanto y la incredulidad de un vecindario que vivió dos horas de
pánico.
En algunas casas el agua alcanzó hasta metro y medio de altura, causando daños más importantes en las construcciones de tierra y adobe. La evaluación posterior elevó a sesenta casas afectadas y casi una decena las que
se derrumbaron debido a su mal estado.
Después de la tormenta llegó la calma y con ella el paseíllo de autoridades para comprobar «in situ» los
destrozos y evaluar los daños. «Todos traían algo bajo el brazo; no se portaron mal ni los de un partido ni los de otro» recuerda el alcalde. La reacción más inmediata llegó del presidente de la Diputación; «en cuanto le expliqué a Cid lo que había puso cien millones de pesetas encima de la mesa para créditos blandos a los que se podían acoger los afectados. No llegaron a pedirlos todos» rememora
Martín de la Torre.
También se dejó caer el entonces gobernador civil, José Luis Colado; el presidente de la
Confederación Hidrográfica del Duero, José María de la Guía; el responsable de Protección Civil. «Y no se si fue por esas fechas, quizás un poco después, también estuvo Aznar (por aquella
época presidente de la Junta de
Castilla y León). Unos y otros nos
atendieron bien» insiste el regidor de Villarrín de Campos, quien permaneció quince años al frente del Ayuntamiento.
La tromba de agua dejó huella en parte de las comarcas de Campos y Pan. Pues aunque a su paso por Villarrín el río Salado no llegó a desbordarse, sí lo hizo en su discurrir por otros pueblos como Cerecinos del Carrizal,
Arquillinos, Benegiles y Torres del
Carrizal. Las precipitaciones continuaron en los días posteriores aunque más
suaves, pero otros pueblos de la
provincia no se libraron de los
pedriscos que los últimos días de
mayo y los primeros de junio de 1989 malograron las cosechas en
aquella atribulada recta final de la primavera.
Los cultivos de Bretó de la Ribera, Cerecinos de Campos o Peñausende sufrieron el efecto de la piedra en cereales y viñedos.
Y aunque en menor medida, tampoco se
libraron de aquellos tormentosos días
zonas de Villalpando, Tapioles, Montamarta o Roelos.
«Se pasó un mal rato pero por suerte duró poco y el agua salió rápidamente» indica Martín de la Torre refrescando la memoria.
Han pasado 25 años y por fortuna el pueblo de Villarrín de Campos no ha vuelto a sufrir un episodio similar. «Todo lo contrario, mira como estamos ahora» comenta el ya ex alcalde en referencia a la prolongada sequía de
esta primavera. A sus 73 años y ya desde la distancia Gerardo Martín solo lanza un deseo: «que no vuelvan estos
sustos».
TEXTO DE LAS FOTOGRAFÍAS ADJUNTAS PUBLICADAS POR LA OPINIÓN
Varios vecinos observan el arroyo Reguero que no
consiguió detener la corriente.
Los
vecinos limpian la puerta de una casa.
La maquinaria desplazada por la fuerza del
agua.
Gerardo Martín (segundo a la izquierda) con
el gobernador
(F. Trancón)
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