jueves, 1 de mayo de 2014

RECUERDOS DE SEMANA SANTA: VILLARRÍN 2014

Pasó, caminó, desfiló la semana santa de Villarrín. Los días sagrados , enlazados unos con otros en el almanaque de papel, se han ido. No  los recuerdos, las añoranzas,  las figuras de las procesiones  sin tiempo. La semana religiosa que se alimenta de la plegaria escrita, leída o recordada, no sucumbe, aquí está protegida en el álbum de los hechos imborrables.
Los vientos agrios y desabridos de otros años, no fueron convocados esta vez. El sol, redondo, brillante, esfera codiciosa de los Campos de Villarrín, brilló con orgullo, con la elegancia de los días de primavera, desmintiendo aquel dicho” del mil amigos uno y de abril ninguno”.
El jueves santo día de honor en los días de la semana religiosa de Villarrín, retuvo el tiempo de las emociones en el desfile sin sonidos de los cofrades de blanco, en esa comitiva de hombres y mujeres, desnudos los pies como los del nazareno, pisando sin prisa la áspera piel arrugada de las calles del pueblo sumido en el recuerdo de la pasión.
La gente, todos, los de aquí, los de más allá, se unen a la convocatoria anual de la procesión ya milenaria. La palabra, el encuentro, la alegría, la pena, todo se da cita en este espectáculo del diálogo. Contradicción creativa: los cofrades meditan en silencio y los espectadores celebran la alegría de estar juntos.
Viernes santo, el dolor acumulado de la pasión cristaliza en la procesión nocturna, la luz agota su energía en el ocaso  y el brillo de la luna crece en el cielo para iluminar los caminos siempre nuevos del calvario. Ellas, las damas de oscuro, portando las tulipas encendidas de la fe, señalan el camino del Crucificado. Hombres y mujeres caminan en silencio. No hay pena, ni dolor, sino comprensión.
El domingo, cuando la losa del sepulcro del Rey de los Judíos giró su osamenta de piedra para dar salida a la luz y confirmar el milagro, la plaza del pueblo, tabernáculo de hechos extraordinarios, abre sus puertas para celebrar el encuentro gozoso de la Madre con su Hijo.
Acompaño a estas reflexiones algunas fotografías que un buen amigo me ha proporcionado. No he estado físicamente este año, pero la imagen y los recuerdos no tienen caducidad.
(F. Trancón)















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