Semana Santa
Zamora Villarrín: "Sube nazareno...
sube con la cruz"
Villarrín de Campos enmudece ante el paso de los penitentes de la Vera
Cruz, que acompañan descalzos a Jesús en su camino hacia el Calvario
La Opinión-El Correo de Zamora
(30/03/2018)
Alejandro Bermúdez. Pocos silencios llenan tanto el espíritu como el silencio que se adueñó
de Villarrín de Campos en la tarde del Jueves Santo cuando
la procesión de La Carrera recorrió sus calles. Un pueblo enmudecido para
acompañar a Cristo en su doloroso camino hacia el monte Calvario, una hora
larga en la que los pocos sonidos audibles en este pueblo del corazón de las
Salinas entraban en armonía con el ambiente de recogimiento, introspección y
religiosidad: el propio viento y las voces del coro parroquial que cantaban las
estaciones del Via Crucis.
El alma especial de esta procesión ya se intuía en los minutos previos a su
inicio, cuando un goteo de figuras vaporosas iban atravesando la Plaza España
para congregarse en el interior de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción.
Sus pies desnudos revelaban la humanidad que se esconde debajo de cada sudario
blanco, la única parte visible del cuerpo de los penitentes además de sus ojos,
casi siempre con la mirada perdida en actitud orante. Los cofrades de la Vera
Cruz salen de su casa cubiertos con la mortaja, sin pronunciar palabra y con
los brazos cruzados, una posición que mantienen hasta que concluyen la
procesión y los oficios y regresan de nuevo al hogar.
Una vez reunidos en el templo, el resto del pueblo canta al unísono a su
Cristo "Sube Nazareno, sube buen Jesús / Sube hacia el Calvario, sube con
la cruz" y se leen tres salmos antes de que la comitiva salga a las calles
de Villarrín. Tras el impresionante pendón verde, una treintena de penitentes en
fila que cumplen su promesa descalzos, los pies desnudos sobre el frío cemento
en una tarde ventosa y nublada de finales de marzo, una incomodidad nimia en
comparación con lo vivido por Jesucristo en sus últimos días, como recuerda la
imagen del Nazareno que les sucede en la procesión, seguido del párroco,
Santiago Cañizares, que quiso ser "párroco para vosotros, y penitente como
vosotros" y del coro de mujeres. Junto a ellos, cientos de vecinos y
visitantes arropan a los penitentes y al Nazareno en un silencio casi tan
riguroso como ellos, algunos por respeto, otros porque también van rezando con
los labios.
Tras recorrer todo el casco urbano, la Carrera hace un alto ante la
residencia de ancianos para que los internos también participen de la
celebración del Jueves Santo, y regresa a la Plaza España, donde los penitentes
hacen un círculo para esperar a su Nazareno, y el hermano que porta el pendón
saluda a la imagen antes de recogerse en el templo para celebrar los oficios.
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