Este trabajo ha sido publicado en el periódico El Correo-La Opinión de Zamora el 7/09/2017
(FranciscoTrancón Pérez)
Alguien puso en mis manos una colección de
versos escritos por Urbana Sevilla. Al leer su autobiografía descrita en la
primera página, comprendí que me hallaba ante un caso realmente sorprendente:
una niña con apenas formación escolar se inscribe en la lista de los poetas
desconocidos, creando versos en los primeros años de sus existencia, allá en
las lomas de Otero de Sariegos cuidando vacas, iniciando un camino sin retorno por
el mundo versátil de la rima, desgranando del silo de su imaginación letras escritas en
los recios caminos de las Salinas de Villarrín.
Este entorno contribuyó a alimentar la
fantasía de la niñez de Urbana que nació poeta “casi sin darse cuenta” como
ella dice, reconocida su vocación por la
mano diligente de su maestro (Don Ángel), que leyó su primer poema escrito a
los doce años.
Hablar de la poesía de Urbana es sumergirse
en el cosmos del “amor”, sentimiento sutil, profundo y extenso que va
descubriendo y describiendo a lo largo de toda su existencia como una constante
dolorosa, festiva, añorada, según las circunstancias del tiempo y su entorno.
El universo del amor para Urbana tiene
muchas caras y la visión poliédrica de este sentimiento es abordada de
diferentes formas.
Amor epidérmico sensible y cercano lo
observamos en estrofas relacionadas con el otro (amado, compañero, testigo
obligado en sus quimeras amorosas): /…te quiero/porque la vida sin sueños/es
como un pozo vacío/.
El amor lo establece como un diálogo, un
estar juntos: /…Me gusta estarme quietita/cuando acaricias mi pelo/porque
siento grande anhelo/de que me quieres, mi vida/…me gusta coger tu mano/ y
decirte despacito/que te quiero, vida mía/como nunca yo he querido.
Son versos son sencillos elaborados con la fuerza del
sentimiento, utilizando la palabra concreta, abierta y directa.
Urbana somete al amor a reflexiones más
profundas, haciendo incursiones casi filosóficas en una palabra cuyo uso a
veces la desconcierta y lucha por retener ese sentimiento como un ideal, como un
reto. /… Y si has amado mucho/ese recuerdo es eterno/ La vida también se va/y
sólo queda silencio. / Oh, amor que vives de aquel recuerdo/como una sombra sin
alma/o un pájaro sediento/que busca una gota de agua/Abre tu corazón/ a la vida
y al amor/ y no dejes que la luz /se desvanezca o se marchite/porque cada
minuto de tu vida/es un regalo que Dios te hace /
La ausencia física de la persona amada, la
muerte del ser querido, es descrita por Urbana, con delicadeza, sin lamentos innecesarios:
/ Tu cuerpo no palpitaba/ni tu corazón latía/ni tus brazos me abrazaban/aunque
te sentía mía…/ Besé tus labios lejanos/besé tu boca dormida/.
Sorprende
en Urbana el diálogo interior que hace entre su yo y “esa pobre loca
alborotada”, recorriendo el itinerario- a veces cruel y no correspondido- del
amor entre un hombre y una mujer. Traza con certera sencillez el quebranto de
su alma al descubrir la traición del ser amado, dotando a sus versos
visceralidad y contundencia. Sin embargo, rehén de un amor asimétrico, Urbana
es optimista, cree y lucha por ese sentimiento, tal vez pensando que su
persistencia pueda cambiar al ser amado/… Y fue tan grande mi pena/ y tan
grande mi dolor/ que me dolía el corazón/porque no podía vivir/sin aquel
inmenso amor/
El amor
como concepto trascendente, como acercamiento a Dios, como incursión hacia el
ser supremo ,se observa en la poesía de Urbana, pero no como un acto religioso
de culto o devoción, sino como un recurso milagroso, como una súplica hacia el
todopoderoso que con su intervención le ayude a reencontrar, afianzar y, a
veces a perdonar (más que comprender), el estado personal de su espíritu
sometido a los vaivenes del amor: /Señor, busco paz para mi alma/que desde hace
algún tiempo vive triste y atormentada/ Dame paz para esta alma/ que anda
errante/ y también desesperada/ por buscar un poco de amor/ha caído en la
trampa…/
A veces
el amor se sublima, trascendiendo la relación personal y acercándose a Dios le
eleva una oración de gratitud, /Gracias te damos Señor/porque la vida es
hermosa/como la puesta de sol/ porque amando la vida /te amamos / a ti, Señor/
El amor a
su pueblo se hace patente en un extenso poema que titula “A mi pueblo
Villarrín”:
Los
recuerdos se van desarrollando lentamente abarcando el tiempo vital en una
descripción, sintética, pero completa: / A mi pueblo de Villarrín/que es de
Tierra de Campos/de mucho trigo y cebada/ y de mujeres bonitas. /La torre de mi
pueblo /es tan alegre y juncal/con su repique de campanas/hace a la gente
soñar/
Hace
alusión a sus gentes, a su trabajo, evocando un pasado ya histórico: /ya se
levantan los hombres/van al campo a trabajar/van alegres y contentos/algunos,
cantando van/con su pareja de bueyes/ y su lento caminar.
Su devoción
al pueblo le llega a hacer concesiones como ésta: / Por ti, mi pueblo
querido/por ti y sólo por ti/por ti daría mi vida/ya cansada y dolorida.
No podía
faltar una alusión directa al Cristo: /porque allí aprendí a rezar/a mi Cristo
tan querido/que siempre en mi recuerdo está/
La
naturaleza como parte esencial de su cultura campesina, como cuna donde se han
mecido sus sueños infantiles, como carpa que aloja un universo poblado de
nubes, estrellas, soles y vientos que hicieron estremecer su amor en ciernes,
pero que nunca disiparon sus creencias en este sentimiento, antes bien se
hicieron cómplices de su felicidad:
/Ya llegó la primavera/y el sol brilla aún
más/y la tierra se engalana/ con flores de azahar
/Para ti, mis valles y montañas/llenos de
luz y color/donde la belleza canta/
/El sol con sus
resplandores/que funden el cielo y tierra/con sus rayos de colores…/ El viento
mueve sus cuerdas/y los ríos cantarines/son los espejos de ellas/… /Ya rompe la
luz del alba/el sol en el cielo brilla/con sus rayos de coral…/
Finalizo
este recorrido descriptivo e incompleto por la poesía de Urbana, con un poema
de madurez, hermoso, sorprendente que hace apología de la feminidad de la
mujer, en unas estrofas que reivindican respeto y comprensión al mundo de sus
sueños y anhelos:
/Tú, mujer, eres poesía y
viento, /el amor soñado que yo llevo dentro/Eres el mar en calma meciendo/las
estrellas que veo en mis sueños/…./Porque tú eres, mujer, primavera y
viento/que pasas alegre, vestida de amores y sueños/con tus senos blancos de
claro de luna/que acaricia el viento.
He
intentado dar a conocer la obra poética de
una mujer nacida en Villarrín, sus
escritos, donde construye el edificio vital de su existencia, sin rubor, en un
ejercicio de transparencia, depositando en las inquietas cuartillas donde se
refugian sus versos, su alma, su ser más recóndito.
Como
recuerda Carlos Bousoño (1976), la
poesía no es, sin más, emoción estética a secas, sino percepción de emociones,
evocación serena de impresiones y sensaciones,
estos presupuestos se observan en la poesía de Urbana.
Actualmente,
vive en la residencia de la tercera edad Nuestra Señora
de la Piedad en Benavente.
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