Insertamos una entrevista realizada a ROSA MARTÍN
FERRERAS . Nace en Villarrín y, aunque aún tiene 85 años, el día 4
de setiembre cumple 86 años. Actualmente está en la residencia “Matías Alonso“(Villarrín de
Campos -Zamora).
Muchas veces simplificamos
la historia de nuestros conocidos con frases que apenas nos dicen nada: fue
buena persona, amante de su familia, luchó mucho, etc. esto está bien, pero hay
mucho más contenido. Nuestro objetivo es acercarnos a la persona, a Rosa, intentar describir su
existencia, trazar las líneas más significativas de esta mujer cuya vida se
desarrolla por completo en Villarrín, su pueblo, el lugar y solar donde está
inscrita la huella de su existencia.
Recuerdos
-
Mi familia era humilde-comenta- mis padres
trabajaron mucho, pero al no cotizar a la seguridad social, no los queda nada
de jubilación. Añade con amargura que les correspondieron 250 pesetas que se
las hicieron devolver.
Siendo
niña se hace cargo- no sólo de los trabajos domésticos- sino también de los
laborales. Acompaña a su padre a arar, ayudando, pero también tomando parte
activa dirigiendo la yunta, trazando con acierto los surcos. Gráficamente lo
describe con una frase muy expeditiva, dirigiéndose a su padre
-
Quítese de ahí, pico la pareja y hago yo las
cosas.
Su
actividad diría que frenética no se detiene ante ninguna dificultad. Ayuda a la
construcción de la casa, como aprendiz, acarreando material, ayudando a echar
cemento, preparando argamasa, dando de raso las paredes. Aquí entra contacto
con unas tareas de construcción, que le serán muy útiles para proseguir
trabajos posteriores.
Estos
campos de Villarrín –cuna de cereales- atesoran una planta extraordinaria: la
manzanilla.
Rosa
recuerda con orgullo y nostalgia, los trabajos dedicados a la recolección de la
manzanilla, no sujeta a dueños, ni a cuidados la naturaleza regala este espléndido don, para que ella y
otras personas la recojan, la vendan y contribuyan a paliar sus escasas
economías.
-Iba al campo-comenta- traía manzanilla y se
la vendía a uno de León por un contrato anual de cinco mil pesetas.
Esto
llevaba una considerable carga de trabajo
-
Muchos costales de manzanilla acarreé yo,
arrancando entre cardos, agachada para sacar de la tierra, durante muchas
horas.
Su
juventud la pasó ayudando a su familia, pero no renunciando a la alegría de la
juventud, a los sueños, a los proyectos para el futuro.
Tenía
muchas amistades, pero recuerda en especial a su amiga Urbana, hoy está en una
residencia de Benavente.
-Era de familia muy pobre,
sus padres era pastores.
Subraya
que era tal vez su mejor amiga. Urbana escribía poesías yo he tenido la
oportunidad de leer varios de sus poemas, sencillos pero dotados de fuerza, de
connotaciones descriptivas llenas de amor, esperanza y a veces de sueños.
Ambas
recorren las calles y lugares de Villarrín, con la vitalidad que imprime la
juventud, con la ilusión de nuevas experiencias.
-Éramos muy alegres, se expresa Rosa con voz apenas
audible, quebrada por la emoción y los recuerdos. A Urbana le gustaba cantar y a mí también. Me recita unas estrofas
de un estribillo muy popular:
Eres
buena moza sí, / cuando por la calle vas/ eres buena moza sí/ pero no te
casarás/ porque me lo han dicho a mí.
Se
lamenta que había gente que había personas que aprovechaban el contenido de
este estribillo para asegurarlas que se iban a quedar solteras.
No
fue así. Rosa se casa con Eufemiano cuando ella contaba con veintidós años.
Sonríe
diciendo que cuando se casó
no tenía nada más que el apellido de soltera. Con esta expresión indica
que empieza una nueva vida con pocos recursos. Sin embargo, su espíritu
comercial la lleva a abrir una tienda que la cerró hace unos años.
Trabajadora
no sólo por necesidad, sino también por vocación. Su espíritu inquieto no le
permite estar ociosa, diríase que se multiplicaba: faenas domésticas, construcción
con su marido de una casa, crianza de los hijos.
Pregunto
a Rosa por sus hijos.
-Tengo
dos, pero otro se nos murió con catorce meses. Era un niño, comenta resignada, pero con la amargura sosegada que aún los
años no han podido mitigar. Hicimos todo
lo posible por curar a nuestro hijo,
acudimos a médicos de Madrid, incluso
uno de Valladolid.
Volvemos
a la realidad actual. A la inevitable y única solución de abandonar su hogar y
trasladarse a la residencia de Villarrín, con motivo de la enfermedad de su
marido. Ella no podía atenderle ni proporcionarle en su casa la calidad de vida
que se merecía Eufemiano. Allí se instalaron y los responsables de la residencia tuvieron el
detalle de no ponerlos juntos en la misma habitación.
-Tú
has trabajado mucho, ahora tienes que descansar.
Estas palabras fueron un bálsamo que la ayudó
a soportar el deterioro inexcusable de
la naturaleza de su marido, hasta su fallecimiento.
No
se fue para su casa y se reintegró a la
vida y rutina de la residencia. Pronto se hace cargo de acompañar en las
funciones religiosas de las misas de los martes, jueves y domingos con lo que
ella siempre ha hecho muy bien: cantar.
Siempre
estuvo muy ligada a la iglesia parroquial, rezando el rosario diariamente,
cantando en el coro, adecentando el templo. Fue durante muchos años la
depositaria de la llave.
La
labor social, altruista, generosa que desarrolla en la residencia es digna de
los mejores elogios. Ayuda a los residentes, a la compañera de habitación, una
mujer inválida. Ella está allí al lado de quien necesite un apoyo que pueda
proporcionar.
Participa
en todas las actividades formativas: trabajos manuales, ejercicios de
memorización, colabora en la decoración con otras compañeras del vestíbulo de
la residencia.
Rosa
está integrada satisfactoriamente en su nueva vida, aunque el hogar de siempre,
las vivencias, los tiempos de alegría y de contrariedades, están fuera de aquí,
en la casa que formó con su familia. Eso
nadie lo puede corregir. Pero existe vida, las ilusiones son diferentes, las
expectativas se adaptan a las nuevas circunstancias. Rosa es un buen ejemplo a
imitar.
Aunque
el resplandor de otros tiempos ya no brille, siempre queda el esplendor de los
pensamientos que brotaron en épocas ya pasadas, en el recuerdo del humano sufrimiento y la
sonrisa de los nuestros.
Muchas
veces cuando voy a Otero por el viejo camino de la estepa, antes de llegar a la
residencia, muy temprano, cuando las golondrinas cruzan hacia el este en busca
del sol, allí está Rosa en su huerta, trazando surcos, creando, en una comunión
fraterna con la tierra.
OBSERVACIONES
Se ofrece un vídeo con diapositivas de trabajos artísticos
realizados en la residencia, acompañadas con canciones interpretadas por
Rosa
Pulsa para ver el vídeo
F.Trancón
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