viernes, 14 de julio de 2017

ENTREVISTA A ROSA MARTÍN FERRERAS de Villarrín de Campos (julio 2017)


Insertamos una entrevista realizada a ROSA MARTÍN FERRERAS . Nace en Villarrín y, aunque aún tiene 85 años, el día 4 de setiembre cumple 86 años. Actualmente está en la residencia “Matías Alonso“(Villarrín de  Campos -Zamora).
Muchas veces simplificamos la historia de nuestros conocidos con frases que apenas nos dicen nada: fue buena persona, amante de su familia, luchó mucho, etc. esto está bien, pero hay mucho más contenido. Nuestro objetivo es  acercarnos a la  persona, a Rosa, intentar describir su existencia, trazar las líneas más significativas de esta mujer cuya vida se desarrolla por completo en Villarrín, su pueblo, el lugar y solar donde está inscrita la huella  de su existencia.

Recuerdos
-      Mi familia era humilde-comenta- mis padres trabajaron mucho, pero al no cotizar a la seguridad social, no los queda nada de jubilación. Añade con amargura que les correspondieron 250 pesetas que se las hicieron devolver.
Siendo niña se hace cargo- no sólo de los trabajos domésticos- sino también de los laborales. Acompaña a su padre a arar, ayudando, pero también tomando parte activa dirigiendo la yunta, trazando con acierto los surcos. Gráficamente lo describe con una frase muy expeditiva, dirigiéndose a su padre
-      Quítese de ahí, pico la pareja y hago yo las cosas.
Su actividad diría que frenética no se detiene ante ninguna dificultad. Ayuda a la construcción de la casa, como aprendiz, acarreando material, ayudando a echar cemento, preparando argamasa, dando de raso las paredes. Aquí entra contacto con unas tareas de construcción, que le serán muy útiles para proseguir trabajos posteriores.
Estos campos de Villarrín –cuna de cereales- atesoran una planta extraordinaria: la manzanilla.
Rosa recuerda con orgullo y nostalgia, los trabajos dedicados a la recolección de la manzanilla, no sujeta a dueños, ni a cuidados   la naturaleza  regala este espléndido don, para que ella y otras personas la recojan, la vendan y contribuyan a paliar sus escasas economías.
 -Iba al campo-comenta- traía manzanilla y se la vendía a uno de León por un contrato anual de cinco mil pesetas.
Esto llevaba una considerable carga de trabajo
-      Muchos costales de manzanilla acarreé yo, arrancando entre cardos, agachada para sacar de la tierra, durante muchas horas.
Su juventud la pasó ayudando a su familia, pero no renunciando a la alegría de la juventud, a los sueños, a los proyectos para el futuro.
Tenía muchas amistades, pero recuerda en especial a su amiga Urbana, hoy está en una residencia de Benavente.
-Era de familia muy pobre, sus padres era pastores.
Subraya que era tal vez su mejor amiga. Urbana escribía poesías yo he tenido la oportunidad de leer varios de sus poemas, sencillos pero dotados de fuerza, de connotaciones descriptivas llenas de amor, esperanza y a veces de sueños.
Ambas recorren las calles y lugares de Villarrín, con la vitalidad que imprime la juventud, con la ilusión de nuevas experiencias.
-Éramos muy alegres, se expresa Rosa con voz apenas audible, quebrada por la emoción y los recuerdos. A Urbana le gustaba cantar y a mí también. Me recita unas estrofas de un estribillo muy popular:
Eres buena moza sí, / cuando por la calle vas/ eres buena moza sí/ pero no te casarás/ porque me lo han dicho a mí.
Se lamenta que había gente que había personas que aprovechaban el contenido de este estribillo para asegurarlas que se iban a quedar solteras.
No fue así. Rosa se casa con Eufemiano cuando ella contaba con veintidós años.
Sonríe diciendo que  cuando se  casó  no tenía nada más que el apellido de soltera. Con esta expresión indica que empieza una nueva vida con pocos recursos. Sin embargo, su espíritu comercial la lleva a abrir una tienda que la cerró  hace unos años.
Trabajadora no sólo por necesidad, sino también por vocación. Su espíritu inquieto no le permite estar ociosa, diríase que se multiplicaba: faenas domésticas, construcción con su marido de una casa, crianza de los hijos.
Pregunto a Rosa  por sus hijos.
-Tengo dos, pero otro se nos murió con catorce meses. Era un niño, comenta resignada, pero con la amargura sosegada que aún los años no han podido mitigar. Hicimos todo lo posible por curar a nuestro  hijo, acudimos  a médicos de Madrid, incluso uno de Valladolid.
Volvemos a la realidad actual. A la inevitable y única solución de abandonar su hogar y trasladarse a la residencia de Villarrín, con motivo de la enfermedad de su marido. Ella no podía atenderle ni proporcionarle en su casa la calidad de vida que se merecía Eufemiano. Allí se instalaron y los  responsables de la residencia tuvieron el detalle de no ponerlos juntos en la misma habitación.
-Tú has trabajado mucho, ahora tienes que descansar.
 Estas palabras fueron un bálsamo que la ayudó a soportar el  deterioro inexcusable de la naturaleza de su marido, hasta su fallecimiento.
No se fue para su casa  y se reintegró a la vida y rutina de la residencia. Pronto se hace cargo de acompañar en las funciones religiosas de las misas de los martes, jueves y domingos con lo que ella siempre ha hecho muy bien: cantar.
Siempre estuvo muy ligada a la iglesia parroquial, rezando el rosario diariamente, cantando en el coro, adecentando el templo. Fue durante muchos años la depositaria de la llave.
La labor social, altruista, generosa que desarrolla en la residencia es digna de los mejores elogios. Ayuda a los residentes, a la compañera de habitación, una mujer inválida. Ella está allí al lado de quien necesite un apoyo que pueda proporcionar.
Participa en todas las actividades formativas: trabajos manuales, ejercicios de memorización, colabora en la decoración con otras compañeras del vestíbulo de la residencia.
Rosa está integrada satisfactoriamente en su nueva vida, aunque el hogar de siempre, las vivencias, los tiempos de alegría y de contrariedades, están fuera de aquí, en la casa que formó  con su familia. Eso nadie lo puede corregir. Pero existe vida, las ilusiones son diferentes, las expectativas se adaptan a las nuevas circunstancias. Rosa es un buen ejemplo a imitar.
Aunque el resplandor de otros tiempos ya no brille, siempre queda el esplendor de los pensamientos que brotaron en épocas ya pasadas, en  el recuerdo del humano sufrimiento y la sonrisa de los nuestros.

Muchas veces cuando voy a Otero por el viejo camino de la estepa, antes de llegar a la residencia, muy temprano, cuando las golondrinas cruzan hacia el este en busca del sol, allí está Rosa en su huerta, trazando surcos, creando, en una comunión fraterna con la tierra. 


OBSERVACIONES
Se ofrece un vídeo con diapositivas de trabajos artísticos realizados en la residencia, acompañadas con canciones interpretadas por Rosa




Pulsa para ver el vídeo



F.Trancón

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