Marcelino Champagnat
La Opinión 01/01/2017
Ángel
Alonso Prieto
El dos de enero de 1817, en Francia, la gente del común
no estaba para fiestas excesivas de Navidad ni de otro tipo. Más que librarse
de la resaca trataba de salir de la larga "fiesta" de guerras en que
había entrado tras la Revolución. En 1814 los gastos militares habían ascendido
al 55% del presupuesto nacional. Tres años más tarde cada cual hacía lo que
podía para levantar cabeza, después de haber caído tantas. Aparentemente ajeno
a estas vicisitudes, un joven sacerdote destinado a una aldea de los Montes
Pilat, valle del Ródano, comprobaba que la postración de su país, exhausto de
agitaciones políticas y bélicas, afectaba en mayor medida a las zonas rurales
donde el analfabetismo era casi endémico. De sus primeras catequesis
itinerantes pasó a darle contenido educativo a su preocupación religiosa,
creando pequeñas escuelas rurales. Empezó dando formación elemental a jóvenes
que se repartían por las aldeas para suplir las carencias que el Ministerio
Público no estaba en condiciones de paliar. El éxito fue tal que los alcaldes y
sacerdotes del entorno empezaron a demandar al joven cura coadjutor más mozos
instruidos para instruir.
Con su primer uniforme, visiblemente azul, eran
conocidos como "Les Petits Frères de Marie", traducido: Hermanitos de
María. El tal cura visionario se llamaba Marcelino
Champagnat. Sabía en lo que se metía. Él era
de pueblo. Empezó tarde a estudiar, tanto es así que abandonó temporalmente la
escuela primaria traumatizado por el bofetón que el maestro le propinó a un
compañero. Recuperó el tiempo con esfuerzo notable y se hizo cura. No se lo
imaginaba ni de lejos cuando estaba guardando, de niño, el pequeño rebaño de
ovejas familiar.
Aquel 2 de enero de 1817, los primeros discípulos de
Champagnat se juntaron en una casita cerca de la vivienda cural dando origen a
la futura congregación de los Hermanos Maristas.
En la primera década del siglo XX llegaron a España y
en 1922 abrían en Zamora el Colegio-Academia Sagrado Corazón, en la avenida
Requejo. Tras un comienzo esperanzador, el colegio-internado, para el que ya
había una compra de solar mucho más amplio en la calle de la Amargura, hubo de
cerrarse cuando ya declinaba, al comienzo de la República. No terminó del todo
su presencia en la provincia. En l961, los hermanos se hicieron cargo del
Colegio Santísimo Cristo de los Afligidos de Villarrín de Campos, fundación del
benefactor local el abogado don Matías Alonso. La historia del colegio ha sido relatada -y reseñada
en este diario- por el inspector de Educación e investigador Francisco
Trancón. A mayores, hay todavía una historia
oral de testimonios que recuerdan con inmenso cariño y gratitud la corta, pero
fecundísima labor de los hermanos en el pueblo, en el campo académico,
religioso, cultural, deportivo etc.
La presencia marista se extiende por los cinco
continentes. En el año recién estrenado se celebra el bicentenario de su
fundación.
Su lema lo representan tres violetas: humildad,
sencillez y modestia. Cuatro hermanos fueron asesinados en l996 en el Zaire
atendiendo a un campo de refugiados. A día de hoy una comunidad permanece en
Alepo dirigida por el H. Georges, siendo reconocida con el "Premio Internacional
Navarra a la Solidaridad 2016".
Los que hemos sido formados en Villarrín y en otros
puntos de acción marista en España celebramos también el aniversario porque con
alegría y entrega mucho nos enseñaron y es de bien nacidos ser agradecidos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario