martes, 13 de junio de 2023

SIERRA DE LA CULEBRA, UN DESOLADOR PAISAJE (13/06/2023)

 

Irene Gómez: 13/ 06-2023. LA OPINIÓN- EL CORREO DE ZAMORA

 

Unos 150 camiones cargan cada día con la madera del cementerio de pinos que dejaron los incendios | Los motores no dejan de rugir en una vertiginosa tala contra las plagas

 

Un paisaje lunar empieza a dominar el territorio quemado de la Sierra de la Culebra. Tras el cementerio de pinos que dejaron los catastróficos fuegos sufridos por la provincia de Zamora el pasado verano –del primero se cumple un año el 15 de junio–, la vertiginosa tala de árboles descubre un escenario desnudo. El frondoso bosque de masas coníferas se ha transformado en una sierra de cuarcita y tierra donde duele pensar cuándo volverá la vida.

"Pasarán 40 años hasta que La Culebra vuelva a ser lo que era. Muchos no lo veremos" describe un trabajador forestal. Un año después del primer incendio, la naturaleza manifiesta los daños del desastre.

Nada como observar el trabajo de las procesadoras forestales para comprender la catástrofe medioambiental. Los números del despliegue de medios en los montes quemados de la Sierra de la Culebra impresionan. Alrededor de 200 trabajadores de las empresas que talan y sacan millones de troncos, más de 140 máquinas y unos 150 camiones diarios extrayendo la madera a un ritmo de 2.500 a 3.000 toneladas diarias.

 El majestuoso volumen de pino quemado reúne en el noroeste de Zamora a prácticamente todas las firmas del sector de Castilla y León, más las que llegan de Portugal, Galicia, incluso de Andalucía. En total 24 madereras, adjudicatarias de la subasta de más de once mil hectáreas de montes de utilidad repartidas en 74 lotes de 200 a 300 hectáreas por un montante de 20 millones de euros. De acuerdo con la Ley de Montes de Castilla y León, el reparto de fondos es de un 70% del importe de adjudicación para los Ayuntamientos afectados titulares de los montes para el ejercicio de sus competencias, y el 30% restante se destinará al Fondo de Mejoras, para labores de reforestación y mejora del monte.

 Tras la tala de miles de hectáreas abrasadas en los incendios, los ayuntamientos perderán durante años los jugosos ingresos que venían recibiendo por el aprovechamiento de sus montes.

"He conocido cómo era La Culebra trabajando aquí ocho años y cuando he visto el desastre he pensado, esto se acabó. Va quedar un desierto" relata el gallego Víctor Torrado, al volante de una procesadora capaz de cortar y trocear 500 metros cúbicos diarios. Lo que antes hacía un ejército de hombres ahora lo ejecuta este coloso que ronda los 600.000 euros.

 

Este mes hemos sacado 9.000 toneladas de madera para León. La madera tiene el gusano y los aserraderos no la quieren; así es imposible exportarla. Todo esto se quema, es la mejor manera de acabar con el bicho". Es el fin del ciclo, los pinos transformados en astillas para generar electricidad con el uso de la biomasa. La planta de biomasa de Cubillos del Sil funde toneladas de ramas y troncos para mantener a pleno rendimiento la central. Otra parte se destina a la construcción en madereras de España y Portugal.

El trajín de camiones por los tortuosos, y ahora embarrados, caminos que conducen al bosque es constante. Muchos en dirección a las centrales térmicas de León, otros a Portugal o Galicia. Las empresas no dan abasto para dar salida a la materia prima que más de medio centenar de procesadoras cortan, derraman y trocean. Detrás un autocargador con un remolque y una pinza conduce los troncos al embarcadero o puerto seco, donde la recogen los camiones.

Henrique Meneses carga todos los días un vehículo con 25 toneladas de madera que descarga a Orense. "Es una pena ver cómo está quedando esto" describe el conductor portugués mientras espera a que llene la carga. El camionero tarda "40 minutos" en salir a la carretera por los estrechos caminos y pistas forestales de la sierra. La situación más comprometida llega cuando se cruzan dos vehículos pesados.

Toneladas de troncos ordenadamente apilados esperan la salida de una Sierra de la Culebra cada vez más irreconocible. En el corazón de la Reserva, el controvertido Monte Casal, un latifundio propiedad de la Junta de Castilla y León siempre en el punto de mira por una cuestionada expropiación que causó dolor en el vecindario hace medio siglo, tampoco se libró del desastre.

 

Más de 40.000 camiones de madera

El plazo inicial marcado por la Junta, el 31 de marzo, para concluir las sacas, se tornó por completo inasumible. Después se amplió al 31 de julio. Tampoco parece posible que se cumpla este reto ante los limitados medios de explotación disponibles para asumir el gigantesco volumen de madera. Sin embargo, dejar limpio el monte es prioritario para evitar la afección de plagas a otras masas de árboles sanas.

Se ha retirado alrededor del 65% del total de madera, estimado en torno a 1,4 millones de metros cúbicos, como informó en su día la Consejería de Medio Ambiente, lo que equivaldría al aprovechamiento anual de los pinares en toda Castilla y León. Al final de la saca, habrán pasado por la Sierra de la Culebra y alrededores, unos 40.000 camiones transportado la madera.

"Ahora mismo toda la actividad de extracción de madera de la Comunidad se concentra en la Sierra de la Culebra" apuntan fuentes consultadas por este diario. Los motores no dejan de rugir, la Consejería de Medio Ambiente tiene prisa por retirar cuanto antes esta materia prima ya muerta, apremiada por la amenaza de las plagas.

Por eso la adjudicación de lotes en tiempo récord, en un intento de minimizar el ataque de los insectos perforadores o el nematodo del pino a las islas de arbolado superviviente al fuego. Hay pinos afectados, como certifican trabajadores a pie de bosque.

Entre el inabarcable paisaje calcinado, cuesta entender cómo pudo salvarse el más mínimo rastro de vegetación de los voraces incendios que llegaron a quemar 1.200 hectáreas a la hora. Entre el mar de pinos sobreviven manchas de bosque autóctono y de ribera. Las albarradas y fajinas han hecho su labor reteniendo cantidad de sedimentos en cauces y laderas que, sin estas empalizadas, hubieran terminado en los ríos y arroyos. Milagrosamente, la catástrofe medioambiental ha preservado pequeños oasis, ahora rebosantes gracias a las abundantes lluvias de las últimas semanas. Entre los pinares que aún sobreviven a las máquinas pululan corzos, jabalíes o el gato montés. El conductor de una procesadora asegura haber visto "un lobo" a escasos metros.

La naturaleza es agradecida y, tras una primavera en el dique seco, las precipitaciones han acelerado el reverdecimiento de la sierra. Junto al brezo, la jara, los zarzos, emergen las semillas de los pinos llamados a repoblar la sierra de forma natural. "Esto va a ser un bosque terrible" comenta un vecino de la zona.

Una vez concluida la saca, que por el desafío de una reforestación que armonice la recuperación ecológica con la prevención de incendios. Es impensable una plantación de pinos como la de mediados del siglo pasado. La Junta ha planteado a los alcaldes un "proceso participativo y sosegado". Los técnicos de Medio Ambiente trabajan en informes para plantear qué vegetación, pensando en vegetación más resistente a los incendios.

Los ecologistas apuestan por un cambio radical en un contexto de cambio global, de sequías y olas de calor prolongadas y, por lo tanto, de riesgo de incendios forestales cada vez de mayor magnitud.

Porque esa es la realidad. Un escenario con fuegos cada vez más voraces. Las 65.000 hectáreas que arrasaron los dos grandes incendios del verano, el 6% del territorio provincial, sitúan a Zamora en la negra estadística nacional.

La excepcionalidad de los dos grandes incendios de la Sierra de la Culebra está siendo objeto de estudios. Ya se realizan investigaciones por parte de expertos estudian el comportamiento del fuego, la vegetación, el avance. “La gran aliada de los incendios suele ser la noche, cuando el viento amaina, hay más humedad y el fuego no avanza. Hasta el año pasado, que no había diferencia entre el día y la noche” cuenta un miembro del operativo que el año pasado se enfrentó al coloso de fuego.

Ha pasado un año y todavía la gente se estremece cuando recuerda el infierno. En la barra del bar de Ferreras de Abajo, en la zona cero del desastre, es recordar el fuego y cambiar la cara. "Qué vamos a decir. Esto nos machacó".

 Fotografía: Ana Burrieza








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