El
10 de marzo de 2019, falleció D. Diego Miñambres Temprano (Sacerdote emérito de
Santa Eulalia de Tábara, Faramontanos y Pozuelo), nacido en Villarrín de
Campos, aunque no fue muy pródigo en visitas a su pueblo, siempre ha guardado
un recuerdo entrañable de sus orígenes.
Se incluye una entrevista publicada en la Revista La Fuente (Santa
Eulalia de Tábara, agosto de 2018), cuyo contenido se exponen a continuación
Realización de
la entrevista:
Josefina Román
Ferrero (directora de la revista) y Francisco Trancón Pérez (redactor)
La jubilación de D. Diego, sacerdote de
Faramontanos, Pozuelo y Santa Eulalia, que ejerció en esta última ciudad su
magisterio sacerdotal durante 22 años, es un hecho de singular relevancia que,
según el acertado criterio de
Josefina Román Ferrero, directora de la
revista LA FUENTE (Santa Eulalia de Tábara), merece una especial atención en
las páginas de este medio de comunicación, deseo que se traduce en una
entrevista realizada por la citada directora y Francisco Trancón, a D. Diego el día 2 de abril de 2018, cuyo contenido se
expone a continuación.
Debido
al delicado estado de salud del sacerdote, estimamos que la entrevista fuera
breve y posiblemente teníamos que obviar algunos puntos anotados en el guion;
sin embargo, no fue así, Don Diego hizo
un esfuerzo generoso y contestó a cuantas preguntas le formulamos y otras
muchas que fueron surgiendo a lo largo de un conversación que se dilató más de una hora.
Tuvimos
el privilegio de escuchar a un presbítero de profundas convicciones religiosas,
muy comprometido con su labor, ameno, reflexivo, armonizando el presente y el
pasado de su cultura sacerdotal.
Josefina
–en la introducción de la entrevista- señala que desde la Revista “La Fuente”
quería que se reflejara en la misma “un
testimonio personalizado, no el clásico adiós; sino un relato de sus vivencias,
de su labor sacerdotal en Santa Eulalia para que quedase un testimonio que todos puedan recordar”.
Lugar de nacimiento de D.
Diego, recuerdos de su infancia, del pueblo,
amistades.
Don
Diego nace en Villarrín de Campos, el 6 de mayo
de 1932, hijo de Crescenciano y Teresa. Fue bautizado en la iglesia parroquial
de Nuestra Señora de la Asunción de Villarrín el 21 de mayo de 1932. Administrada la confirmación el 24 de mayo de 1937. Recibió la orden del subdiaconado el 20 de
junio de 1954, por el obispo de Astorga (datos registrados en libro de Bautismos de Villarrín de Campos. Tomo 11, folio 141
vuelto)
Asistió
como escolar al colegio privado “Santísimo Cristo de Villarrín de Campos”.
Curiosamente fue su maestro D. Domingo Mateos (Melgar de Tera), que estaba de
cura en este pueblo y que lo volverá a encontrar en Santa Eulalia como
sacerdote, al que sustituirá. El citado sacerdote ejerció la docencia en
Moreruela de Tábara, comisionado por la Fundación Sierra Pambley y cesó sus
actividades al frente de la escuela el 28 de diciembre de 1943, tal como consta
en el libro de actas del Patronato de dicha fundación.
Recuerda
con nostalgia y cariño a sus amigos de la infancia: Sebastián, Pepín (hijo del
médico), su hermano Gonzalo. Para su satisfacción le recordamos que éste último
estuvo esta semana santa en Villarrín.
Llamada a la vocación sacerdotal
El
principio de su carrera hacia el sacerdocio se inicia “de una forma natural espontánea. Mis padres eran muy religiosos, sobre
todo mi madre. Lo que se aprende y se mama de pequeño, dura para siempre”.
Contribuyeron
a consolidar su vocación, su prima que fue su catequista. El trato y vivencias
observadas en aquella sociedad con tan arraigadas convicciones católicas como
era su pueblo, pródigo en curas monjas, “hasta
21 sacerdotes éramos de Villarrín en aquella época, sin contar las monjas”.
El trato muy familiar con su vecino un sacerdote que llegó a ser vicario en
Astorga, afianzó más su decisión de ir a estudiar al seminario de Astorga,
donde recibirá formación eclesiástica.
Josefina
le pregunta si conoció a Pepe Ferreras (Santa Eulalia), hermano de Antonio que
estuvo de sacerdote en Ponferrada. “Claro
que le conocí, exclama! estuvieron
él y su padre en mi casa de
Villarrín, una vez por las fiestas del Cristo, siendo yo seminarista.”
Primeros contactos como
sacerdote en Santa Eulalia de Tábara
Don
Diego no precisa con exactitud la fecha, estima que pudo ser hacia el 17 de
febrero de 1996, lo deduce porque el día 21 de ese mes enterró a Cecilio que vivía
en Ponferrada.
Anteriormente
había ejercido en las parroquias de Bercianos y Santa María. Después es destinado
a Faramontanos . El 1 de setiembre de aquel año era domingo y
ofició su primera misa en el nuevo destino de Faramontanos, posteriormente le
acompañó el consistorio del ayuntamiento a celebrar la eucaristía a Santa
Eulalia.
Comenta
con ironía y gracia, que cuando llegó a Santa Eulalia, el cura de este pueblo
le dice llorando ¿Me vienes a quitar la
parroquia? Indica que no, que ha sido nombrado por concurso a este pueblo y
a Faramontanos. Le tranquiliza diciendo que tratará este tema con el obispado.
Lo hizo y le nombraron provisionalmente para
Pozuelo en lugar de Santa Eulalia, parroquia a la que acudía todos los años a
las fiestas sacramentales, a oficiar misa, confesiones, etc.
Cuando se fue el anterior sacerdote, se
hace cargo de Santa Eulalia, Pozuelo y
Faramontanos, fijando su residencia en este municipio.
Opinión sobre Santa Eulalia
¿Cómo era Santa Eulalia en
aquella primera época? Es
una pregunta directa, objetiva, formulada con la finalidad de que D. Diego nos contara su experiencia. La respuesta fue muy clara: “con muchísima gente, religiosa, de
arraigado espíritu cristiano. Muy unidas fraternalmente”. Concluye con
cierta amargura “gente mayor dotadas de
una facultad intelectual sorprendente, ¡cuántos genios se perdieron!”
Las nuevas generaciones
D.
Diego opina sobre la actitud y mentalidad de la juventud en estos días “no son malos generalmente, sino apáticos e
indiferentes sobre las prácticas religiosas”. Le preguntamos cuál es la
causa. El problema es complejo, pero sostiene que la culpa no es de ellos, sino
de nosotros los religiosos. No hemos sabido atraerlos, convencerlos. Describe
una experiencia gráfica. Mientras él fue vicario de zona, formó equipos de
seglares procedentes de Ferreruela, Sesández, Tábara , Faramontanos, Santa
Eulalia, Pozuelo y Valverde de Vidriales. Relacionados con este tema y otros
referentes a la liturgia, formación religiosa, etc. Funcionaron, pero cuando el
dejó el cargo de vicario por motivos de salud, se disolvieron y no continuaron
su labor, aunque posteriormente se crearon los CAP (Centros de Atención
Pastoral), uno en Tábara, que a su juicio no respondía a lo que
él pensaba.
Repercusión de la ausencia de
curas en los pueblos
En
este aspecto D. Diego tenía ideas muy claras y premonitorias. En su promoción
fueron ordenados treinta sacerdotes, en las posteriores el número decreció de
forma alarmante. Entonces ya forjó la idea de crear grupos de seglares que con
una adecuada formación pudieran ir responsabilizándose de realizar algunas
funciones religiosas como: impartir la comunión, rezos, novenarios. “Todo pueden realizar, menos consagrar” (decir misa), afirma con apasionamiento.
La
enseñanza en grupos de formación iba en esta dirección. El obispo, cuando le
visitó en cierta ocasión, sancionó favorablemente su magisterio referente al contenido
de estas materias.
Precisamente,
siguiendo las pautas anteriores, en el Plan pastoral de la diócesis de Astorga
para 2017-2021 “Llamados a formar un
nuevo pueblo”, en el punto tercero “Desarrollar
comunidades vivas y evangelizadoras”, la línea de acción pastoral incide en
“potenciar la responsabilidad de los
laicos en la vida eclesial”.
Don
Diego a pesar de que la inexorable jubilación le ha llegado a los 86 años,
manifiesta su voluntad de seguir colaborando en las funciones religiosas,
mientras su salud no lo impida. No abandona a sus feligreses. Sigue viviendo en
la casa rectoral de Faramontanos, renunciando a ir a ninguna residencia. Hay
que valorar y agradecer este ejemplo de “jubilación
activa”.
Situación del templo a su
llegada a Santa Eulalia
“Cuando
me incorporé, el templo estaba en mal estado, faltaban vidrieras, pintar el
edificio, acondicionar los altares, calefacción”. Comenta con orgullo que gracias a la
colaboración del pueblo todo eso se fue solucionando.
Enumera
varios de los muchos logros conseguidos: poner vidrieras, calefacción,
tejado nuevo, iluminación, arreglo del altar mayor (donación de Ramón y María).
Con
relación al funcionamiento en la iglesia de cofradías, fundaciones, foros, etc.
Dice que nunca han existido en Santa Eulalia. Conoció fugazmente la Cofradía de
Ánimas (Difuntos), pero despareció.
Sin
embargo en Faramontanos sí funcionan algunas cofradías.
En
este sentido hace una crítica en general por la falta de colaboración de las
personas para llevar a cabo proyectos colectivos (asociaciones, cofradías,
etc.) “A todo el mundo le parece bien,
pero arrimar el hombro, no. Siempre trabajan los mismos, y curiosamente son
gente mayor”.
A esta
pregunta la responde con mucha convicción, con un elaborado discurso que
define con rotundidad la biografía de un sacerdote muy comprometido con su
misión.
El
cura debe conocer al pueblo. “Nada se
ama, sino se conoce”. El sacerdote está en el pueblo y con el pueblo. Abre
su corazón a todos, sin distinción
(legado universal de la doctrina de la iglesia). Debe participar
activamente en el sufrimiento y alegría de
los fieles. Trabajar con ahínco en la incorporación de los seglares en las
tareas de la iglesia.
Tiene
que relacionarse con las instituciones municipales (ayuntamiento), solicitar su
colaboración en temas referidos a la conservación del templo, celebración de eventos,
etc.
Pone
como ejemplo la participación del ayuntamiento de Faramontanos, al hacerse
cargo de los gastos de luz, calefacción y limpieza del templo.
¿Cómo llegó a ganarse el
cariño y admiración del pueblo de Santa Eulalia?
“No hay que hacer nada
especial, contesta con claridad. Ser tú mismo, no aparentar lo que no eres. Si
eres sacerdote tienes que comportarte como tal, ser congruente con tu trabajo y
vivirlo desde la fe.”
Se
le recuerda que su eficacia con todas las personas, trato amable, cercano, es un modelo de comportamientos difícil de observar y que su conducta es
especial y muy gratificante.
Resta
importancia a estos halagos y reflexiona
que “a quien te llama hay que atenderle,
estar dispuesto las 24 horas del día, no tener horarios ni prisas.”
Notamos
emoción en sus palabras, añoranza, tristeza, cuando habla, afirmando que éste
fue también otro de sus objetivos a conseguir cuando iba a ser ordenado
sacerdote.
“En el seminario, nos enseñan
mucha ciencia, muchos conocimientos, pero no, a desenvolvernos en nuestra vida
real, esta práctica tan importante la aprendemos solos, día a día como
podemos”.
Despedida
Aprovecha
esta ocasión `para agradecer al pueblo de Santa Eulalia el cariño,
colaboración, amistad y generosidad que le
han demostrado a lo largo de su estancia. “No
tengo palabras, solo agradecimiento, me han dado mucho de ellos mismos”.
Finaliza
esperanzado, que seguirá atendiendo en lo que pueda a este pueblo.
No
es por tanto, un adiós o un hasta siempre, sino un SEGUIRÉ.
Desde
la revista LA FUENTE agradecemos con
infinito cariño la colaboración de Don
Diego para la realización de esta entrevista. Hemos intentado dar a conocer
rasgos de su vida, magisterio y buen hacer de este cura oriundo de Villarrín de Campos que ha consagrado su vida a ser
congruente y responsable con su labor sacerdotal.
Fotografía efectuada el día de su entrevista en Faramontanos de Tábara el 2/4/2018
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