La Santa Cena
Un autor desconocido quiso emular el famoso fresco de Leonardo en Villarrín
de Campos
Ángel Alonso
Prieto La Opinión – El Correo de Zamora (13/04/2017)
Todo empezó aquí. El
Maestro lo venía anunciando; todos se lo temían y nadie quería creerse lo peor,
empezando por Pedro que, como siempre, se metía en todos los charcos, como buen
pescador. En la última Cena se desencadenó la tormenta, quiero decir el torbellino
de amor que el Maestro originó desde que empezó lavando los pies a sus
discípulos y terminó dándoles el pan y el vino: su cuerpo y sangre. Del
lavatorio de los pies elijo la tela pintada por Tintoretto, actualmente en el
Museo del Prado. Si bien es cierto que la ambientación del gesto de Jesús en el
marco de un palacio veneciano puede chocarnos, para mi es lo que realza, por
contraste, la actitud arrodillada de quien merece nuestra genuflexión. El
relato de la Santa Cena es, en líneas generales, por todos conocido y de
recordarlo se encarga la liturgia y la celebración procesional de la Semana
Santa
Hay un punto de partida, un momento nuclear que ya se presagia al comienzo
del relato evangélico: "...y habiendo amado a los suyos, los amó hasta el
fin", nos cuenta San Juan. Es lo que sucede en la Cena Pascual.
Dicen que la firma de
las mejores operaciones financieras se logra sobre un mantel aderezado de
buenos platos mejor que en las frías mesas de los consejos de administración.
En la Santa Cena se pacta el contrato redentor de Dios con nosotros.
El convenio colectivo
de la salvación
La carga
simbólico-espiritual del ágape sagrado se ve artísticamente plasmada en el paso
que la reproduce con un considerable peso también, hasta el punto que debido al
número de personajes que lo componen, no es posible llevarlo a hombros. La
Santa Cena procesiona igualmente pero las hay que no; una de ellas la
representación pictórica universalmente conocida de la misma realizada por el
genial Leonardo da Vinci. Digo mal porque para mi sí que procesiona por las
calles del recuerdo infantil cuando contemplaba una copia de aquella en la
iglesia de mi pueblo al desplegarse como telón de fondo del monumento
eucarístico del Jueves Santo. Era una pintura que quería reproducir la del
artista italiano y, salvo la estancia, los personajes son reconocibles y
sacados de la muestra original. Un anónimo artista la debió realizar con más
devoción que arte pero el hecho que se pretende narrar queda perfectamente
retratado con el añadido de que quiso emular hasta la enorme proporción de la
pintura que se acerca a las dimensiones del fresco del convento Santa María
delle Grazie, nada menos que casi 30 metros cuadrados. La copia en lienzo
enrollable se extendía sobre la pared del altar del Rosario que la cubría
prácticamente en su totalidad. Estoy hablando de la iglesia parroquial de
Villarrín de Campos, donde el misterio pascual se visualizaba en un puente que
iba de un extremo al otro del crucero: de un lado La Santa Cena y en frente el
Santísimo Cristo de los afligidos, patrón del pueblo y la comarca.
El fresco original de Milán se conserva seriamente dañado pero a pesar del deterioro de los pigmentos, ataque de hongos, humedades y hasta del bombardeo que sufrió el convento en la segunda guerra mundial, podemos ver la grandeza artística y espiritual de esta obra que junto con la mencionada de Tintoretto son, a mi modo de ver, la quintaesencia del acierto en la captación del mensaje de los relatos evangélicos. Si seguimos con la pintura de La Última Cena vemos la reacción de los apóstoles ante las inquietantes palabras pronunciadas por el Señor. La crítica difiere en cuáles pudieron ser al mostrarnos Leonardo unas posturas y gestos de los comensales tan sobresaltados, con excepción de Judas que queda un poco al margen de los comentarios cruzados, no sabemos si dándose por aludido o por interés de disimular. No existe otra pintura de La Santa Cena en que se muestre tan bellamente dibujada la expresión exterior y el sentimiento interior de los presentes en la primera celebración eucarística de la historia. Creo que ese aire de tensión que no deja de apreciarse en la tela de mi pueblo es lo que debió hechizarme desde niño y lo que me sigue intrigando y subyugando hasta hoy. Lo que pudo estar pensando el autor al dibujar el gesto y expresión de los comensales es secundario. De todos modos vemos a Jesús que ha quedado pensativo, probablemente para seguir diciendo sus últimas palabras con todos reunidos. Han corrido ríos de tinta haciendo conjetura sobre las palabras que pudo haber dicho Cristo en el preciso momento de la instantánea que inmortalizó Leonardo. Lo curioso es que hasta en nuestra tradición musical popular castellana- como ya se encargó de cantar Joaquín Díaz- se ofrece una interpretación:
El fresco original de Milán se conserva seriamente dañado pero a pesar del deterioro de los pigmentos, ataque de hongos, humedades y hasta del bombardeo que sufrió el convento en la segunda guerra mundial, podemos ver la grandeza artística y espiritual de esta obra que junto con la mencionada de Tintoretto son, a mi modo de ver, la quintaesencia del acierto en la captación del mensaje de los relatos evangélicos. Si seguimos con la pintura de La Última Cena vemos la reacción de los apóstoles ante las inquietantes palabras pronunciadas por el Señor. La crítica difiere en cuáles pudieron ser al mostrarnos Leonardo unas posturas y gestos de los comensales tan sobresaltados, con excepción de Judas que queda un poco al margen de los comentarios cruzados, no sabemos si dándose por aludido o por interés de disimular. No existe otra pintura de La Santa Cena en que se muestre tan bellamente dibujada la expresión exterior y el sentimiento interior de los presentes en la primera celebración eucarística de la historia. Creo que ese aire de tensión que no deja de apreciarse en la tela de mi pueblo es lo que debió hechizarme desde niño y lo que me sigue intrigando y subyugando hasta hoy. Lo que pudo estar pensando el autor al dibujar el gesto y expresión de los comensales es secundario. De todos modos vemos a Jesús que ha quedado pensativo, probablemente para seguir diciendo sus últimas palabras con todos reunidos. Han corrido ríos de tinta haciendo conjetura sobre las palabras que pudo haber dicho Cristo en el preciso momento de la instantánea que inmortalizó Leonardo. Lo curioso es que hasta en nuestra tradición musical popular castellana- como ya se encargó de cantar Joaquín Díaz- se ofrece una interpretación:
Jueves Santo,
Jueves Santo, Jueves
Santo...
Su cuerpo puso por pan
Su sangre por vino y agua
Y acabados de cenar
Les dijo en estas palabras:
Quién de vosotros queréis
Morir por un Dios mañana?
Mirándose unos a otros
Ninguno respuesta daban...".
Su cuerpo puso por pan
Su sangre por vino y agua
Y acabados de cenar
Les dijo en estas palabras:
Quién de vosotros queréis
Morir por un Dios mañana?
Mirándose unos a otros
Ninguno respuesta daban...".
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