Por San Miguel, el otoño es fiel, me recordó un anciano, mientras trazaba en el aire una línea
quebrada, murmurando con serena calma que no veía en el cielo el vencejo, ni
posarse la alondra en los surcos recién removidos, que el tardío había llegado,
como siempre, después del verano.
Sonrió
al despedirse y dijo que me alegrara, que la noria del tiempo llevaba en el
agua de lluvia sueños nuevos, que los esplendores de los trigos en ciernes
teñían de verde esmeralda la tierra reseca y que en la estepa surgiría una vida
renovada.
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