La Asociación cultural Carpe Diem recogió una serie de trabajos
sobre las campanas con objeto de incluirlos en un futuro libro en colaboración
con la asociación de campaneros zamoranos. Como es difícil determinar cuándo se
va a realizar dicha publicación, iremos subiendo en este BLOG las diferentes colaboraciones, sin perjuicio
de que constituyan parte de una posible edición.
LAS CAMPANAS DE
VILLAFÁFILA
Elías Rodríguez Rodríguez
Las campanas en
los pueblos han sido fundamentales en la vida de sus habitantes pues han regido
los tiempos y señalado los acontecimientos cotidianos y los
extraordinarios, tanto civiles como religiosos a lo largo de los siglos
pasados. Han sido determinantes en la construcción de los templos cristianos y
ayuntamientos con la erección de altas torres y espadañas para que los sones de
las campanas pudieran llegar a todos los vecinos y parroquianos.
Hoy vamos a
tratar algunas noticias históricas de campanas en Villafáfila que nos permiten vislumbrar esa importancia
de sus tañidos.
Esta villa
zamorana de la Tierra de Campos contaba a finales del siglo XV con siete
iglesias parroquiales y tres ermitas urbanas, con lo que el número de campanas
no bajaría de veinte. Así se deduce de los libros de fábrica conservados de
algunas parroquias, actualmente en el Archivo Diocesano de Zamora.
El de San Andrés es
el más antiguo y ya en 1557 el obispo cuando visita la parroquia deja mandado
que se quiten las campanas para hacer la
torre que se empezó dos años más tarde cuando se inventarían “dos campanas
en la torre y una pequeña para el sacramento”, que habían vuelto
a ser colocadas en 1569.
En 1784 con la iglesia en ruinas da licencia para tirar la torre y vender la campana.
En el inventario de la parroquia de San
Martín figuran en 1569 dos campañas en la torre y otra del
reloj. En 1628 deja anotado el obispo: “que en la iglesia parroquial de Santa Marta
que oy es rural y está en el campo fuera de la villa ay una campana y por el
peligro que tiene la torre mando, que se deposite en San Martín”. Tantas
campanas parece que no eran necesarias y
en 1688 un esquilón que pesaba 54 libras se vendió paa la iglesia de Bamba. En
1714 se inventarían en San Martín cuatro campanas, de las cuales “una sirve de reloj”.
En San Salvador había tres campanas en la torre, una pequeña y dos
grandes, A principios del siglo XX, con
el desmantelamiento de la iglesia, una se vendió a la parroquia de Colinas,
otra para Ferreras de Abajo y otra se puso en la torre de San Martín.
La iglesia de San Juan contaba con varias
campanas, sabemos que dos de ellas se desplomaron en 1732 sobre le tejado del
hospital de San Juan, según figura en el libro de Fábrica de S. Martín en 1732:
“ 30 reales para la reparación del
hospital de San Juan por haberse hundido
allí dos campanas de la dicha iglesia”
Se repusieron en la torre aunque la
parroquia fue suprimida a finales de ese siglo, pues en 1795 el admintrador de la Real Fabrica de Salitres que
se construye en la villa dice que “había mandado el Sr Obispo de Astorga
derribar una yglesia [ la de San Juan], cuya torre y paredes son de
piedra buena, y me han asegurado que venderían muy barato...”, por lo que
solicita su compra para el ensanche de
las fábricas. Y propone una nueva
utilidad para las campanas, fundirlas para hacer unas calderas de metal: “ se
podrian comprar las tres campanas si se quieren hacer calderas vaciadas”.
La respuesta del obispo a la propuesta de compra es que tiene que pensarlo
mejor porque ha sido lugar sagrado y cementerio de difuntos, antes de decidir el
destino que se le ha de dar.
En San Pedro en la torre había en 1707 cuatro campanas, una de ellas llamada esquilón. En 1915 se quitan las
campanas de Santa María poniendo las de San Pedro, y una de que quitan se pone en San Martín.
Actualmente en la única iglesia que
permanece, la de Santa María, en la espadaña norte cuenta con dos campanas
grandes colocadas en un mismo nivel para repicar y encordar ambas
simultáneamente, y otra por encima, de tamaño mediano, el esquilón del
Santísimo que se toca los terceros domingos de cada mes; en la espadaña sur
está colocada una campana pequeña, la esquila, para tañerla tres veces antes de
cada misa.
Las campanas regían toda la jornada cotidianamente:
desde muy temprano se tocaba a misa en las diferentes parroquias. A mediodía
sonaban para señalar la hora del
Ángelus: “ ...
todos los día recen al toque del ave maría ...”. Por las tardes se tocaba al
rosario, y en muchas festividades a vísperas y vigilias.
Desde al menos 1576 “todos los
sábados a la puesta del sol se diga la salve cantada y se toquen las campanas”,
según deja mandado el obispo en la
parroquia de San Martín.
Los
toques de las campanas no solo señalaban las
rutinas diarias, sino que los principales acontecimientos de la vida de
las personas estaban marcado por sus sones, tanto en los bautizos como en
las bodas, los repiques de las campanas
de la parroquia daban noticia del evento. Y se “encordaba” para anunciar que
cuando feligrés fallecía y le
acompañaban hasta el cementerio. Y en los incendios todas las campanas tocaban
a rebato para alertar a los vecinos.
Los
entierros eran especialmente solemnes para los miembros de las múltiples
cofradías de la villa, de las que tenemos alguna noticia.
En la antigua regla de la cofradía o
cabildo de San Gervás, que agrupaba a los clérigos de la villa desde la Edad
Media y a los principales seglares se dice:
Yten
que los clérigos confrades manden encordar cada uno en su yglesia por el tal
confrade o confrada defunto al encomendar y a la vigilia e al sacar de
casa e al enterramiento, y el que no
encordare peche media libra de çera por cada ofiçio que herrare”
En la nueva regla de 1586
establecen una función de ánimas por los cofrades difuntos de dos días de duración para la que: “se doble ambos días en todas las iglesias a
un tiempo y, si al cabildo le pareciese, toda la noche en la iglesia donde se
hiciere la función”. Curiosamente se cambia la denominación antigua de
encordar que sigue persistiendo actualmente, con la moderna de doblar.
El aviso para la asistencia
a los entierros de los cofrades del Santísimo, consistía en nueve campanadas
con la campana pequeña de la torre de Santa María, que todavía se conserva como
campana del Santísimo, por parte del mayordomo según la regla y estatutos
redactados en julio de 1677.
Y la cofradía de las Ánimas,
además de usar las campanas de la parroquia de San Juan, tenían una campanilla
propia que sonaba por toda la villa cuando fallecía un cofrade, debiendo rezar
todos los miembros del Cabildo Eclesástico de la villa: “al oir
la campanilla de las ánimas”.
Además llamaban a los cabildos o juntas
de las cofradías. Cuando el obispo de Astorga en su visita pastoral de 1642
decide suprimir la parroquia de San Andrés para anejarla a la de San Pedro por
falta de feligreses, los cofrades de la Vera Cruz se presentan ante su
ilustrísima: “y
dijeron que pedían merced para hacer en San Andrés los cabildos de la cofradía
y que la campana grande quede en la iglesia”, a lo que accede el obispo.
Además de las devociones
religiosas, las campanas se tocaban con
ocasión de ciertos ritos ancestrales a medio camino entre la
religiosidad y la superstición, como en los días de tormenta para espantar los
nublados con un toque especial de:
Tente Nublado,
que vienes cargado.
Detente, detente,
que matas a la gente
Y no sólo cuando las que las tormentas
amenazaban con descargar el pedrisco, sino tambien para prevenir las mismas. En
Villafáfila, como en otros pueblos del antiguo reino de León, se celebraba con
mucha solemnidad la festividad de Santa Brígida el primero de febrero, con función religiosa y
colación a cargo del concejo, y uno de
sus ritos era el toque de las campanas durante toda la noche para deshacer los
nuberos que se suponía que esa noche fabricaban los demonios, y así espantar
las granizadas de todo el año. En 1576 en las cuentas del concejo se anota “un real que pagué al muchacho de Diego
Toranzo porque tañó las campanas la noche de la señora Santa Brígida”
además de ñlos gastos de la colación (A.R.Ch.V. Taboada o. Pleito 267-1).
Para ampliación de este culto ancestral:
Además de su faceta religiosa y
creencial, las campanas jugaban un importante papel en la vida civil:
Los vecinos se
juntaban en los concejos ordinarios para tratar las cosas importantes de la
villa desde la Edad Media llamados por la campana, y son numerosos los
testimonios, en en los concejos extraordinarios, por ejemplo en 1468 reciben al
enviado por el nuevo maestre de la Orden de Santiago “ayuntados en su conçejo a
campana tañida en la plaza de Sant Martín de la dicha villa” (A.H.N.
NOBLEZA. Frías Leg. 664, doc 69), pues al carecer entonces de casa de concejo se reunían
en los portales de las iglesias o en las plazas.
Todos los años
por San Juan de junio se elegían los nuevos alcaldes y regidores:
“por sus suertes que hecharon dobladas en un
sombrero e aviéndolas meneado y llamado la gente y vecinos de dicha villa por son de campana tañida para que
delante dellos se hechasen las dichas suertes en la audiencia pública” (A.R.Ch.V. Fernando Alonso f. C. 947-3).
Cuando
los alcaldes tenían que celebrar audiencias en los pleitos y juicios
entre los vecinos: “los alcaldes
ordinarios han estado en costumbre de hacer audiencias lunes, miércoles y
viernes en lo que toca a acusar ante ellos rebeldías de emplazados y al tiempo
de la dicha audiencia se tocaba la
campana para los dichos plazos para que los emplazados pareciesen”, como
recuerdan los testigos en 1576 (A.R.Ch. V. Lapuerta f. C. 2874-4)
En la primera casa de ayuntamiento que
se construyó en el siglo XVI no se puso campana, por lo que siguió siendo
utilizada por el concejo la campana del reloj colocada en la torre de la iglesia de San Martín, que era
propiedad del ayuntamiento, pues todos los vecinos tanto pecheros como hidalgos
habían participado en su coste como recuerda uno de éstos, Gutierre
de Ballesteros, refiriendose a finales del siglo XV: “e avya pagado en cosas en q avyan
pagado los omes fijodalgo e este testigo como fijodalgo q heran para faser una
puente e una canpana” (A.R.Ch.V.
Registros de Ejecutorias. C.195-29).
En 1677 el ayuntamiento compró un
reloj nuevo en Valladolid, para sustituir al viejo colocado en la torre de San
Martín, se compuso el tejado de la torre y se cerró la ventana que daba a la
plaza. Se hizo una escritura pública ante el escribano Vitacarros de concordia
entre el concejo y la iglesia sobre la entrada para componer el reloj.
El ayuntamiento
tenía a una persona encargada del mantenimiento del reloj y tocar las campanas,
así por acuerdo del regimiento
en 3 de julio de 1677: “se nombra para que toque las campanas a buen
tiempo, de día y de noche como se acostumbra a Pedro Vidal desde este día hasta
fin de septiembre le señalan de salario por dicho tiempo 14 cuartales de trigo”
(poco más de cien Kg.).
Y en las cuentas conservadas de los
años siguientes figura una partida para pagar al relojero-campanero, tanto de
trigo como un pequeño complemento dinerario entre los 10 y los 27 reales porque
se trataba de un empleo a tiempo parcial.
A partir de 1715 el portero del
ayuntamiento ejerce a la vez de relojero y campanero y se le fija un salario
mayor, pues en 1738 se le pagan 200 reales y en 1743 12 fanegas de trigo 8520
Kg.) y 30 reales.
Cuando a finales del siglo XVIII se
construye una nueva casa de ayuntamiento, se remata con una espadaña, en la que
se coloca la campana del reloj para marcar las horas y para hacer los
llamamientos, trasladando la de San Martín.
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