sábado, 6 de julio de 2013

La Aljama de Zamora: congreso internacional (julio 2013)









































INTERVENCIÓN EN EL CONGRESO DE ZAMORA (5 de Julio 2013)

(Ponente: Santiago Trancón Pérez)
                      

HUELLAS LEONESAS EN EL QUIJOTE

Se expone el texto de la ponencia, que hace referencia a Castilla y León (Montañas leonesas, Tierra de Campos, Lagunas de Villafáfila, las aceñas del Duero, etc.)
Se ha obviado incluir el texto completo de la ponencia, para resaltar lo que hace relación a las huellas del Quijote en Castilla y León

1) Las referencias a la vegetación (se nombran no sólo olivos y encinas, sino bosques de robles, castaños, acebos, alcornoques, olmos, sauces, hayas, tejos, mirto, laurel, amaranto, prados, intrincadas selvas...)
2) Los animales (lobos -al asno “le hallaron en lo más escondido del bosque comido de lobos”, II, 25-, rebaños de cabras, piaras de cerdos, truchas, bueyes, jacas galicianas, mastines...)
3) La orografía (riscos, peñas, montañas, oteros, cerros, sierras, cascadas, fuentes, arroyos...)
3) Los instrumentos musicales (“flautas, tamborinos, salterios, albogues, panderos , sonajas” -II, 19-,vihuelas, churumbelas, zampoñas, rabeles, gaitas zamoranas, pífaros, dulzainas, cuernos, sonajas, matracas...)
4) Oficios populares y gentilicios (transumancia, arriería, cabreros, pastores, molineros, perailes, pañeros, sederos, peregrinos, yangüeses, sayagueses, gallegos...)
5) El pastoreo, comida y labranza de montaña (batanes, majadas, chozas, apriscos, la calderada, la cecina, el chirriar de carros de “rechinantes ruedas” de madera -“de cuyo chirrido áspero y continuado se dice que huyen los lobos y los osos”, II, 34-, arar con bueyes, el uso de zuecos, los batanes, aceñas...). Recordemos que Sancho es, como se nos dice varias veces, “pastor de cabras” (II, 52), no de ovejas, algo que sería más propio de la Mancha.  
6) Referencias a las ánimas en pena, la Santa Compaña y el demonio    
7) Fiestas y juegos campestres, enramada en las bodas de Camacho, la danza de espadas, la danza de cascabel, birlar a los bolos, tirar la barra, zagalas que recitan a Camoens en portugués...
8) Galleguismos y leonesismos: levar ferro (levantar las anclas), tarde piache[1] (tarde hablaste), sardinas en lercha (ensartadas), frade (fraile), rúa (calle), rato (ratón), adeliño (aderezo, vestimenta, aspecto), acedo (amargo, ácido), adamar (amar, enamorar), adunia (en abundancia), aguardar (esperar), agüela (abuela), aína (antes, pronto), alcagüete (alcahuete), amañarse (acostumbrarse, ingeniarse), añascar (enredar), ansí (así), apriesa (deprisa), aruños (arañazos), ayuso (abajo), bacín (bacinilla), bagariño (remero), barruntos (sospechas, conjeturas), bogar (remar), bureo (secreto, juego), caloña (calumnia), chapada (elegante, bien puesta), catar (mirar), cinchar (colocar una correa), condumio (comida), cualque (cualquier), cubrir (montar, preñar), cudicia (codicia), cuchares (cucharas), denantes (antes), dornajo (artesa), embaular (comer, zampar), empreñar (preñar), encima (además), entriégame (entrégame), escardar (limpiar, entresacar), escura (oscura), estrecheza (pobreza, estrechez), fablar (hablar), facer (hacer), felice (feliz), fechurías (fechorías), fil (filo), fuesa (fosa), galocha (zueco y, por semejanza, gorro), grajo (variedad de cuervo), güesos (huesos), güero (vacío, sin sustancia), güevos (huevos), gullurías (gollerías), hachas (antorchas), halda (falda), hato (rebaño, conjunto), lantejas (lentejas), lanterna (linterna), luego (enseguida), luengos (largos), llevalde (llevadle), macho (mulo), machucar (machacar), maguer (aunque), meaja (migaja, brizna), mondar (quitar la monda, la piel o corteza de un fruto o rama), montiña (espesura del monte), mozo (criado), muladar (estercolero), nueso (nuestro), panes (trigales), puesto que (aunque), pluguiese (agradase, placiese), prazga (plazga), rapar (cortar), rapaza (muchacha), rapacería (chiquillada), recuesto (cuesta), refocilarse (disfrutar mucho), rodilla (paño de cocina), val (valle), malquisto (mal querido), roznar (rebuznar), saboga (pez), quedáredes (quedarais), trabar (sujetar, atar), trancar (romper), trayo (traigo), vegadas (veces), veredes (veréis), vístesos (os visteis) yantar (comer) y, en general, el uso de los pronombres átonos enclíticos o pospuestos.
Otros rasgos: “no siendo”, “sin la responder”, “no me siendo”, “paparos han las moscas” (os paparán las moscas), “agradecérselo hemos” (se lo hemos de agradecer), “ayudarte he” (te ayudaré), vella (verla), decillo (decirlo), “acomodádose”, “pedídole”.
Ausencia de doble pronombre (“a ti digo”, “a mí no olvide”).
Leísmo de persona de cosa (“le desarmaban”, “se le echó por todo el cuerpo” -un caldero-, “me le tiene mandado mi amo”, “le acomodó de todo” -al rucio-).
Laísmo: “la había tanta lástima”, “la han cortado la estambre de la vida”, “darla facultad y licencia”. Loísmo: “los echó la bendición”.
Gerundio: “en acabando”, “en estando”, “en hallando”. Ser en lugar de haber: “dos días eran ya pasados”, “es ido”. Ser/estar: “son llenas de hilos” “era muy contento”. Tener/haber: “me tiene prometido”, “me tiene usurpado mi reino”. Haber/hacer: “ha tiempo”, “había poco”, “ha mucho”. “oído lo habéis”.
Doble determinación y uso de indefinidos como “el mi buen compatriote”, “la vuestra cortesía”, “con el un pie”, “un mi criado”, “una mi agüela”, “el un ojo”., “otro su grande amigo”, “todas cosas, “todas yerbas”, “todos cinco”...
9) Sayago: En la búsqueda de Dulcinea por el Toboso se nos dice, es “una villana de Sayago”.
10) Topónimos encubiertos: Sierra Negra, Grijalba, Candaya, Montesinos, Miranda, Sansueña, Lubián, Lobeznos, Trifé, Trifacio, Trifalda, Trifaldín, Cárdenas, Polvorosa, Duero, Zamora...
10) La montaña: Marcela, la bella pastora que vivía en las montañas, dice: "Yo nací libre, y para poder vivir libre escogí la soledad de los campos: los árboles de estas montañas son mi compañía; las claras aguas de estos arroyos, mis espejos; con los árboles y con las aguas comunico mis pensamientos" (I, 14). La libertad va unida a la soledad y el refugio de las montañas. Y sobre don Quijote: Así como don Quijote entró por aquellas montañas, se le alegró el corazón, pareciéndole aquellos lugares acomodados para las aventuras que buscaba” (I, 23). Este paisaje montañoso parece no sólo un entorno donde situar las aventuras de Marcela y don Quijote. Adquiere un valor simbólico: es un espacio de libertad y alegría. Los judíos y conversos que se ocultaron en esas montañas entenderían muy bien estas palabras.
11) Las Lagunas de Ruidera
Referentes geográficos y orográficos nos remiten a la zona de las Montañas de León, la Cabrera, Sanabria, Sayago, Zamora, Benavente y Tierra de Campos. Veamos otro ejemplo claro: las lagunas de Ruidera. ¿En dónde se pudo inspirar Cervantes? Las lagunas de la Lampreana: su número (nueve o diez) se ajusta mejor a la descripción cervantina que las de Ruidera o las que están en torno al lago de Sanabria. Las de Rudiera son más de dieciséis, y también son muchas más las de Sanabria, que, además no están conectadas entre sí y son de origen glacial. En las lagunas cervantinas, Cervantes nos dice que “no se precia de criar en sus aguas peces regalados y de estima, sino burdos y desabridos, bien diferentes de los del Tajo dorado” (II, 23). En las lagunas de Ruidera y de Sanabria sí se pescaba todo tipo de peces de agua dulce, como barbos, carpas, pencas, truchas... A. de Morales en su Viage de Ambrosio de Morales por orden del Rey Don Phelipe II a los reynos de León y Galicia, y principado de Asturias dice del Lago de Sanabria, donde los Condes de Benavente tenían “un rico palacio” “sobre un a peña en medio del Lago”, que “tiene muchas truchas y barbos en abundancia” y de otros dos “lagos estantios” de la sierra, que “en ambos es el agua muy delicada, y las truchas y peces muchos y muy buenos”. En las de Villafáfila, en cambio, no se han pescado nunca estos peces porque sus aguas son saladas. Desde época romana estas lagunas se explotaron para la extracción de sal. Sí se han dedicado, sobre todo en la Edad Media, a la cría de lampreas. La lamprea es un pez muy primitivo (viene del jurásico) que tiene aletas pero no escamas, su piel es viscosa y su cuerpo alargado como una anguila, y tiene una boca en forma de ventosa con varios círculos de dientes. Su carne es dura, pero muy apreciada desde la época de los romanos, que ya las criaban en grandes estanques. Se sabe que los monjes del monasterio de Sahagún, que eran dueños de estas lagunas en el siglo XIII, las dedicaron a la cría de lampreas, de donde viene el nombre por el que aún hoy se conoce a esta zona: la Lampreana. La lamprea de río nace en zonas poco profundas, de larva se sumerge en el lodo, y cuando es adulta emigra al mar. Las aguas de estas lagunas son saladas como las lágrimas de Ruidera y sus hijas. Ciertamente, a Cervantes, de origen judío, las lampreas le podían resultar burdas, desabridas y poco apetecibles.
12) Tierra de Campos
Cervantes usa con mucha frecuencia el término “campos” para referirse al lugar por donde caminan, descansan y duermen al cielo raso don Quijote y Sancho. Es como el espacio marco o de fondo que sirve para situar a sus andanzas. Los adjetiva como amenísimos, hermosos, floridos, solitarios... Lo une, forma una constelación o campo semántico, con montes, selvas, florestas, bosques, prados y espesuras. Nunca los describe como duros, secos, áridos, yermos o pedregosos. No aparecen nunca en ellos labradores sudando o realizando las duras tareas del campo. No se parecen para nada a los campos de la Mancha. En la Primera parte aparece dos veces la expresión “campo de Montiel”, un en el prólogo y otra en el capítulo 2: “ Comenzó a caminar por el antiguo y conocido campo de Montiel y era verdad que por él caminaba” ( I, 2). Llama la atención esta aclaración redundante e innecesaria: y era verdad... Hemos de interpretarlo en sentido irónico: no caminaba por allí, sino por otro lugar. ¿Cuál?
Segunda Partedesde ahora en el camino del Toboso comienzan, como las otras comenzaron en los campos de Montiel(II, 8). Nos llama la atención que ahora use el plural, una fórmula que nunca se ha usado para referirse a esta zona geográfica, que siempre se ha conocido y conoce como “Campo de Montiel”.      
           Llegado a este punto podemos preguntarnos si Cervantes, lo mismo que hizo con las lagunas de la Lampreana, llama ahora campos de Montiel a los Campos Góticos, en los que esas lagunas, precisamente, se encuentran. Campos Galaicos, por su proximidad con las Montañas de León y los Montes Galaicos, con los que está estrechamente relacionada. En época visigoda recibió el nombre de Campi Cothici o Gothorum, porque aquí se asentaron los godos durante varios siglos. A partir del siglo XIV empezó a conocerso como Tierra de Campos, una denominación que ya aparece en la Crónica General de España de Alfonso X. Recordemos que don Gutierre Quijada, en antepasado de don Quijote, tenía su solar nobiliario en Villagarcía de Campos.
           Como último argumento, encontramos el siguiente párrafo: Dice de “don Diego Ordóñez de Lara, que retó a todo el pueblo zamorano porque ignoraba que sólo Vellido Dolfos había cometido la traición de matar a su rey”, y entonces comenta don Quijote que “anduvo algo demasiado”, “porque no tenía para qué retar a los muertos, a las aguas, ni a los panes...” (II, 27). En la Tierra del Pan, a los trigales se les llama “panes”. Esta metonimia es algo exclusivo y característico del habla de esta zona, Tierra de Campos. ¿Por qué la usa Cervantes, y precisamente en un contexto en el que se habla del “pueblo zamorano”?

            12) La caza y la pesca
            Don Quijote, recordemos, dice Cervantes que se dedicaba a la caza y la pesca. Se encuentran con la duquesa practicando la cetrería. En la montería del jabalí participa hasta la duquesa, que lleva “un agudo venablo en las manos” para abatir a un “colmilludo y desmesurado jabalí” (II, 33). Esta cacería ocurre en “un bosque que entre dos altísimas montañas estaba” (II, 33), un paraje difícilmente imaginable en la Mancha y tampoco cerca de Zaragoza, donde se supone debería estar el palacio de los duques. Lo mismo que la pesca (sobre todo de truchas), parece una actividad más propia de las montañas y riberas de León y Zamora (el río Cea, el Esla, el Duero...), un paisaje y entorno que Cervantes debió de conocer y en el que inspira.
12) La procesión de disciplinantes
Sabemos que desde la Edad Media por todos estos pueblos del ducado de Benavente hubo cofradías muy semejantes a la que describe Cervantes. Las cofradías de la Vera Cruz eran las más extendidas, y tenían dos tipos de miembros: los hermanos de luz (los que portaban cirios) y los hermanos de sangre (los que se azotaban con disciplinas), y todos iban vestidos con túnicas blancas y capirotes. Cervantes pudo ver procesiones de disciplinantes en Semana Santa y también rogativas para pedir la lluvia de primavera para que no se arruinen las cosechas de cereales, esenciales para su supervivencia: “por un recuesto bajaban muchos hombres vestidos de blanco”, porque “era el caso que aquel año habían las nubes negado su rocío a la tierra y por todos los lugares de aquella comarca se hacían procesiones, rogativas y disciplinas, pidiendo a Dios abriese las manos de su misericordia y les lloviese” (I 52). Fíjémonos en que se habla de comarca y que era práctica común por todos aquellos pueblos o lugares. Luego nos cuenta que, para defender a la imagen de la Virgen de la acometida de don Quijote,  hiciéronse todos un remolino (…) y, alzados los capirotes, empuñando las disciplinas, y los clérigos los ciriales, esperaban el asalto” (I, 52). La túnica blanca, los capirotes y la distinción entre los hermanos de sangre (“se van estos hermanos abriendo las carnes”) y los de luz (los que portan “los ciriales”) coincide exactamente con la vestimenta y los tipos de cofrades de estas organizaciones, tal y como han pervivido hasta hoy en la comarca de Tierra de Campos.    
13) El Colegio de jesuitas de Monterrey
Le debemos a César Brandáriz el descubrimiento de la relación de Cervantes con el Colegio o Estudio de los Jesuitas de Monterrey, fundado en 1554. Monterrey está cerca de Verín, una población cercana a Sanabria y Benavente. En su libro citado El hombre que hablaba difícil da sobrados argumentos a favor de esta afirmación.
14) Los Duques sin nombre El Condado de Benavente le fue concedido a Juan Alonso Pimentel, noble portugués de origen judío, señor de Braganza y I Conde de Benavente, muerto en 1420. por Fernando III. En el siglo XVI los duques ya estaban emparentados con los Pacheco y Portocarrero, otras dos familias de origen judío que habían llegado a estar en lo más alto de la nobleza. Los apellidos Pimentel, Pacheco y Portocarrero figuran como los más repetidos en el Tizón de la nobleza española. Los duques de Benavente eran abiertamente protectores de judíos. En su territorio tardó más de medio siglo en imponerse la Inquisición fundada por los Reyes Católicos. Se impuso cuando Cervantes ya era joven, así que Cervantes pudo vivir en un territorio relativamente a salvo de las persecuciones inquisitoriales, pero eso cambió cuando él todavía era casi un niño. En época de Cervantes, los duques seria Juan Alonso de Pimentel y Mencía de Zúñiga, esos duques cuyo nombre se oculta intencionadamente en el Quijote y que protagonizan un tercio (29 capítulos) de las aventuras de la Segunda Parte. Un dato muy revelador es el hecho de afirmar que la duquesa era aragonesa “señora de Aragón”, como efectivamente lo era doña Mencía de Zúñiga. Los conde-duques de Benavente tenían un Palacio en la plaza de la Trinidad de Valladolid donde se alojó Felipe II, y residencia de Felipe III en 1601, un edificio que todavía hoy se conserva. Recordemos la estancia de Cervantes en Valladolid, de niño y luego cuando estaba escribiendo la Primera Parte del Quijote.Tuvieron también otro Palacio-Castillo en Cigales, cerca de Valladolid, del que quedan algunos restos. Tuvieron casa de recreo junto al lago de Sanabria y otro  castillo en Puebla de Sanabria y una casa de recreo en Granucillo, también cerca de Benavente. Antonio Alfonso Pimentel, (VI Conde y III Duque de Benavente) recibió en  su fortaleza-castillo a Felipe II, cuando todavía era príncipe, en 1554. Las fiestas de recepción fueron contadas por Andrés Muñoz, y César Brandariz ha revelado la semejanza del relato de Andrés Muñoz con lo Cervantes nos cuenta. Su secretario fue Antonio de Torquemada, escritor astorgano al que cita Cervantes. Tenían una finca de recreo llamada El Bosque, que dedicaban a la caza, en el monte de La Cervilla (la ciervilla), en el término municipal de la Santa Cristina de la Polvorosa. En Granucillo de Vidriales tenían también un palacio. Las monterías de la caza del jabalí se han llevado a cabo aquí desde tiempo inmemorial, y aún hoy se organizan por la Sociedad de Cazadores Valle de Vidriales. Si suponemos que Cervantes se inspiró en los duques de Benavente, y situamos su palacio en esta ciudad, todo adquiere una mayor verosimilitud, como el dato de que un paje llega enseguida (ni siquiera se nos dice lo que tarda) con la carta de Sancho y los regalos de la duquesa a la casa de su mujer, Teresa Panza.
                       La sima, gruta o cueva de Sancho, “que de tiempos inmemoriales estaba allí hecha”, “Una honda y escurísima sima que entre unos edificios muy antiguos estaba” (II, 50). “Finalmente, como dicen, llevaron sogas y maromas” para sacarlo a él y al rucio. Puede referirse al foso que todavía existe de la ciudad romana amurallada de Petavoniun, cerca de Benavente.

13) Aceñas del Duero
¿Cómo es que llegan al Ebro antes que a Zaragoza, partiendo de la Mancha? Luego se adentran por una selva donde se topan con unas pastoras fingidas que reviven una fiesta pastoril en medio de una especie de Arcadia. Todo esto no encaja para nada en el entorno de Zaragoza, tierras semidesérticas, con razón llamadas Monegros. Pero hay más: en el Ebro no hay aceñas. Ni las hay, ni las hubo en tiempos de Cervantes. El río que más aceñas tuvo (y tiene) es el Duero a su paso por esta zona. De Tordesillas a Zamora aún se conservan hoy 16 aceñas. El Diccionario Madoz (1845) no consigna ninguna aceña en Zaragoza, Albacete, Ciudad Real, Cuenca o Guadalajara, pero sí 19 en Salamanca, 26 en Valladolid, 30 en Zamora, 16 en Tordesillas y 11 en Toro. Por regiones, Castilla y León aparece en primer lugar en cuanto al número de aceñas, la mayoría establecidas en el cauce del Duero (otras en el Esla, el Tormes y el Pisuerga). ¿Dónde podía haber visto aceñas Cervantes como para inspirarse en el relato del barco encantado? No hay ninguna duda, en el curso del Duero a su paso por Zamora.
                       Suben a una barca que encuentran en la orilla y el río poco a poco les va arrastrando hasta que “descubrieron unas grandes aceñas que en la mitad del río estaban”. Don Quijote al verlas dice que es un “castillo o fortaleza donde debe de estar algún caballero oprimido, o alguna reina, infanta o princesa malparada” (II, 29). Sabemos que don Quijote, a estas alturas de la novela, ya no delira, ya no transforma las ventas en castillos. ¿Por qué entonces confunde las aceñas con un castillo o fortaleza? Porque se parecen bastante. Aún hoy. Son construcciones de piedra sillar, casi sin ventanas, unidas por un muro de piedra y que acaba cada una en un torreón en forma de quilla de barco para amortiguar el empuje del agua. Al estar levantadas en medio del curso de río se aseguraban el suministro constante del agua que, al ser muy abundante, no necesitaba el empuje de una catarata o cambio de nivel. Tampoco paraban las ruedas o rodeznos de funcionar, por lo que así se explica que salgan alarmados los molineros a salvar a don Quijote y Sancho, pero no pueden evitar que la barca acabe  hecha pedazos por las ruedas de las aceñas” (II, 29).   
                       La interpretación más evidente nos lleva, por tanto, a suponer fundadamente que  Cervantes describió en este pasaje las aceñas del Duero a su paso por Zamora. Pero hay otra evidencia: la semejanza fonética o asociativa entre los nombre Ebro-Duero y Zaragoza-Zamora.                
14) El capitán cautivo
El capitán cautivo es claramente un alter ego de Cervantes. Se llama Ruy Pérez de Viedma y dice que era natural de un lugar de las montañas de León” y que estuvo en la batalla de Lepanto y cautivo en Argel: “En un lugar de las montañas de León tuvo principio mi linaje, con quien fue más agradecida la naturaleza que la fortuna, aunque en la estrecheza de aquellos pueblos, todavía alcanzaba mi padre fama de rico” (I, 39). De su hermano, el oidor Juan Pérez de Viedma, dice también que “era de un lugar de las montañas de León”. El pastor Damón de la Galatea, que también se puede relacionar con Cervantes, igualmente procede de las montañas de León: “de las montañas de León trae su origen, y en la nombrada Mantua Carpentanea[2] fue criado”, dice Teolinda.
            ¿Era éste el lugar del que Cervantes no quería acordarse? En las montañas de León sabemos que se refugiaron muchos judíos y trataron de vivir ocultos en lugares apartados y de difícil acceso[3]. Pensemos en una época donde no existían ni caminos de carros para llegar a esos lugares. Estaban, además, cerca de la raya o frontera de Portugal, a donde fácilmente se podía pasar en caso de necesidad. La condición de hidalgo, aunque pobre, del linaje de los Pérez de Viedma es también la de Cervantes. Una condición que intentó probar su padre, Rodrigo, para poder salir de la cárcel, aunque eso no le impidió permanecer preso casi un año en Valladolid por no devolver un préstamos recibido. Los hidalgos tenían el privilegio de no ir a la cárcel por motivo de deudas.
            La hidalguía de Cervantes era pobre, pues no tenía derecho al don, título que nunca usó ni pudo usar nuestro escritor, pero él la defendía con orgullo, como dice en el Prólogo de la Segunda Parte: “La honra puédela tener el pobre, pero no el vicioso; la pobreza puede anublar la nobleza, pero no escurecerla del todo”. Los judíos sefardíes siempre se han considerado de origen noble.
                       Hay otro argumento a favor de esta identificación literaria entre el capitán cautivo y el propio Cervantes. Sabemos que nuestro autor, como Ruy Pérez, quiso seguir el camino de la milicia, para lo cual se alistó en el ejército en Nápoles. A pesar de su actitud heroica en la batalla de Lepanto no logró, sin embargo, pasar de soldado. Este hecho, para el que no tenemos una explicación convincente, dejó en el ánimo de Cervantes una frustración que nos revela en algunos pasajes de su obra. Uno de los más evidentes aparece aquí. Su doble literario no es soldado, sino capitán, un grado del que seguramente Cervantes se consideraba merecedor, tal y como dice el cura del cautivo: “Y sé yo decir que el que él escogió de venir a la guerra le había sucedido tan bien, que en pocos años, por su valor y esfuerzo, sin otro brazo que el de su mucha virtud, subió a ser capitán de infantería y a verse en camino y predicamento de ser presto maestre de campo” (I, 42). Cervantes habla siempre de “fortuna”, que es una especie de suerte o destino superior, al que apela para aceptar los vaivenes, desgracias e infortunios de la vida, evitando así caer en el resentimiento o la desesperación: “Pero fuele la fortuna contraria, pues donde la pudiera esperar y tener buena, allí la perdió” (I, 42). Cervantes se siente injustamente apartado de la carrera militar, donde no prospera como merecía por su “valor y  esfuerzo”, “brazo y mucha virtud”, pero acepta su destino, seguramente porque malogró su frustrado intento de alcanzar ese grado de capitán algún factor que ignoramos, y bien pudo ser, no tanto la inmovilidad de su mano izquierda (no sabemos en qué grado), sino su condición de converso que, como sabemos, era impedimento suficiente para la entrada en los ejércitos imperiales. Que Cervantes aspiró a ascender en el ejército nos lo dice uno de los testigos de la Información de Argel, Gabriel Castañeda, que afirma que “leyó las cartas que llevaba Cervantes de D. Juan de Austria, en que lo recomendaba a S. M. para que le diese una compañía de las que se formasen para Italia, por ser hombre de méritos y servicios”. Con las recomendaciones de Juan de Austria y el Duque de Sesa esperaba Cervantes ser nombrado capitán de una Compañía de las que se formasen para volver a Italia. Si fue  herido en la batalla de Lepanto (1571) y volvía a España en 1575 cuando fue apresado, esto significa que durante cuatro años se mantuvo sirviendo como soldado en  el Ejército, lo que indica que la lesión de su mano no se lo impidió. De hecho participó en expediciones navales como las de Navarino (1572), Corfú, Bizerta y Túnez (1573), bajo el mando del capitán Manuel Ponce de León y en el tercio de Lope de Figueroa. Estuvo recorriendo Italia como soldado y permaneció dos años más en Nápoles. Con este “currículo”, y el de su cautiverio posterior, no se entiende por qué no continuó ascendiendo en el Ejército.

15) Los apellidos Cervantes, Saavedra y Quijada
Especial interés tiene el estudio de los nombres propios en el Quijote, el uso y la función que cumplen. Es sabido que los judíos y conversos tomaban muchas veces el apellido de los lugares de origen. Sancho dice: “Yo he visto a muchos tomar el apellido y alcurnia del lugar donde nacieron, llamándose Pedro de Alcalá, Juan de Úbeda y Diego de Valladolid” (I, 29). Esto nos da una pista sobre el origen del linaje de los Cervantes, originariamente del pueblo de Cervantes más antiguo, el de los Ancares de las Montañas de León[4], un concejo o parroquia entre cuyos pueblos se encuentra Vilarello, donde, desde tiempo remoto, existe una casona llamada el Palacio de los Saavedra. Que el apellido Saavedra (que, por cierto, Cervantes empieza a usar tardíamente, y no sabemos muy bien por qué) aparezca precisamente en el concejo Cervantes es también otra prueba del origen gallego-leonés de los Cervantes Saavedra. ¿Eran los padres, abuelos o bisabuelos de Miguel de Cervantes Saavedra de esta zona? Muy probablemente. ¿Y él, de dónde era? La tesis alcalaína es bastante cuestionable[5]. En su supuesta partida de bautismo sabemos que no figura el nombre de Miguel, que se añade al margen con otro tipo de letra. Nadie en su época afirmó que fuera de Alcalá. En un documento de Sevilla de 1593, en el que testifica a favor de Tomás Gutiérrez en el proceso entablado por éste contra la cofradía del Santísimo Sacramento del Sagrario de la Catedral de Sevilla, Cervantes afirma que “es natural de Córdoba” e “hijo y nieto de familiares del Santo Oficio”, algo evidentemente falso. Leonor Cortinas, madre de Cervantes, afirma en cuatro documentos, ante diferentes escribanos, ser viuda entre 1575 y 1580, cuando se sabe que no lo era.
Krzysztof Sliwa, que ha realizado un estudio exhaustivo de estas fuentes se ve obligado a afirmar que “es un constante rompecabezas poder distinguir entre los homónimos. Hay 8 Juanes de Cervantes, 8 Marías de Cervantes y 6 Rodrigos de Cervantes que figuran sólo en los documentos publicados. Tenemos a Rodrigo de Cervantes, contador y gobernador de la Goleta de Túnez, mezclado en las biografías con Rodrigo de Cervantes el padre de Miguel. El primo Rodrigo difícilmente se distingue del hermano Rodrigo. Hay confusiones también entre otros miembros de su familia: entre sus parientes hay 5 Gonzalos de Cortinas —Cortinas fue la familia de su madre—, 3 Marías de Cortinas, 3 Diegos Martínez y 4 Marías de Salazar”[6]. De modo incoherente, sin embargo, Sliwa acaba haciendo afirmaciones gratuitas, como negar la condición de judeoconverso de Cervantes o establecer su supuesto árbol genealógico, en el que la mayoría de los antepasados, por cierto, sí se sabe (por su profesión, entre otros datos) que eran de origen judío o converso.
            Los apellidos Cervantes y Saavedra aparecen en el Tizón de la nobleza española como de nobles mezclados con sangre judía. Los Cervantes de Sevilla, por ejemplo, descienden del Luis Nuñez, “que se convirtió de judío”, nieto o bisnieto de Alonso Álvarez de Toledo. Los Saavedra también figuran en esta relación de nobleza tiznada, apellido muy antiguo, conocido al menos desde finales del siglo XIII, a uno de sus descendientes le otorga Carlos I el título de Conde de Castellar en 1539. Dentro de esta familia de los Saavedra aparece también el apellido Pérez. M.J. Platero señala cuatro Pérez en la reconstrucción del linaje de los Saavedra (Pérez de Miranda, Pérez de Trava, Arias Pérez y Pérez Castro).
                       Los Quijada, por otra parte, era una familia de reconocidos conversos. Se remonta su linaje al siglo XI, en época de Fernando VI. Eran judíos al servicio del Rey que adquirieron título de nobleza por su participación en la Reconquista, como pudieron ser los Cervantes y los Saavedra, algo bastante frecuente. Los judíos se fueron emparentando con nobles a medida que adquirieron mayor poder dentro de la Corte y la sociedad. Este origen pervive en la memoria de su linaje hasta que, sobre todo a partir del siglo XV, la situación de los judíos se vuelve cada vez más difícil. Los apellidos nobles eran una garantía por considerarse puros o no manchados. La realidad es que todos los apellidos nobles tenían dentro de su genealogía nombres de numerosos judíos y judías.
16) La cabeza parlante de Tábara
Sabemos que existió en el pueblo zamorano de Tábara una famosísima cabeza autómata parlante que desde la torre de la iglesia denunciaba a voces a todo judío que entrara en el pueblo, aunque estuviera acristianado. ¡Judío en Tábara, judío en Tábara!, no cesaba de gritar hasta que el judío salía del pueblo. Cervantes, que debió de conocer bien esta zona, pudo inspirarse en este hecho para su relato, aunque entonces la cabeza ya estaba destruida. La cabeza de don Antonio Moreno no delata judíos, y ni siquiera “juzga los pensamientos”, Cervantes la asocia con la Inquisición poniendo de relieve el vínculo entre una y otra historia: la delación, el miedo a la denuncia pública y anónima.
            De esta cabeza de Tábara, famosísima en los siglos XV y XVI, habla el Padre las Casas y hasta el padre Feijoo se refiere a ella como ejemplo de supersticiones. El comendador Diego Román advierte (en 1482) a un poeta converso, Antón de Montoro (después de aconsejarle que “hagáis a vuestra pija capirote”, aludiendo a su condición de circuncidado), que “aunque estéis acristianado / yo me creo / que si a Tábara pasáis / vos seréis apedreado /por hebreo”. Una cabeza parlante muy famosa fue la construida por san  Alberto Magno, que destruyó su discípulo San Tomás de Aquino.
17) Estancia de Cervantes en Valladolid
En 1551 se traslada su familia a Valladolid. Su estancia en Andalucía de 1553 a 1566 no está documentada y no es más que mera suposición, como el que estudiara el el Colegio de Jesuitas de Sevilla.
De 1551 a 1565 (de los 3-4 años 17-18) pudo perfectamente vivir en Valladolid o en casa de algún familiar de los que tenía cerca, en León y Zamora. Era algo habitual el que los hijos de familias numerosas fueran criados en casa de parientes, tíos o abuelos.
Mientras escribe la Primera Parte del Quijote vive en Valladolid (de 1601 a 1606)





[1]    En otras obras Cervantes muestra tener bastante conocimiento del gallego-portugués. En El Licenciado Vidriera un personaje dice “por istas barbas que teño no rostro”... Y el Licenciado le corrige: “Home, naon digais teño, sino tiño”, para aludir a que las lleva teñidas. O en el Coloquio de los perros: “Cata al lobo do va, Juanito”.
[2]    Se refiere a Madrid.
[3]    En a zona de los Ancares leoneses, no lejos de Cervantes, existe un pueblo llamado Guímara, nombre  que puede proceder de Guemerá, uno de los libros del Talmud. Esta aldea tiene su origen a finales del siglo XV, después del decreto de expulsión, cuya población no se dedicó a la agricultura, sino a la artesanía y la arriería. Aún hoy resulta de difícil acceso.
[4]    Así lo afirma Juan de Mena (1411-1456), de origen judío, cronista de Juan II, en su Memorial: “Los desde linaje de Cervatos e Cervantes son de alta sangre, que vienen de ricos homes de León e Castilla (…) que están enterrados en Sahagún (…) eran gallegos de nación”, y cita a un Juan de Cervantes, arzobispo de Sevilla y cardenal de Roma. Naturalmente, estas afirmaciones no son del todo fiables, o no en todas sus aspectos, a veces inventados o exagerados. Sí llama la atención que este apellido aparezca ligado a otro pueblo de Tierra de Campos: Sahagún.
[5]    No sólo el lugar, también la fecha de nacimiento es discutible. Su primer biógrafo Mayáns y Siscar afirma que nació en 1549, no en 1547, y encontramos varias referencias que dan consistencia a esta fecha: la edad del capitán cautivo “de poco más de cuarenta años” en 1589 (I, 39), dos documentos del rescate que afirman que Cervantes tenía unos 30 años en 1580, y su afirmación del prólogo de 1613 de las Novelas ejemplares: Mi edad no está ya para burlarse con la otra vida, que al cincuenta y cinco de los años gano por nueve más y por la mano (tendría entonces 64 años). Otro documento de rescate, recientemente descubierto por K. Silwa, sin embargo, confirma el año de 1547 al señalar que en julio de 1579 Cervantes tiene 33 años (CSIC, 1998: http:analescenvantinos.revistas.csic.es).
[6]          Perspectivas en los documentos cervantinos. http://www.h-net.org/~cervantes/csa/artics97/sliwa.htm




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